Poner etiquetas al periodismo no es fácil. Lo que para algunos es periodismo comprometido, para otros es simple propagandismo oficial. En una Cataluña absorbida por el debate de las banderas y las patrias, un mismo periodista es un héroe para medio país y un traidor para la otra mitad.

En este contexto, ¿es posible un periodismo de denuncia de las injusticias sin que le coloquen al autor la etiqueta de estar vendido a un bando u otro? Debería serlo y hay profesionales que lo intentan.

Este miércoles se acaba el plazo para presentar candidaturas a los premios de periodismo y comunicación social que convoca el Consejo Municipal de Bienestar Social del Ayuntamiento de Barcelona. Es la vigésimo quinta edición de estos premios, que se renuevan y adoptan el nombre de la escritora y periodista Montserrat Roig. Nacida en el Eixample barcelonés, escribió cuentos, reportajes, libros y guiones, donde proyectaba sus convicciones democráticas, feministas y catalanistas. Militó un par de años en el Partido Socialista Unificado de Cataluña pero su espíritu libre encajaba mal en las dinámicas de partido. Murió a los 45 años dejando como recuerdo una amplia obra entre la que destaca el libro "El tiempo de las cerezas", que obtuvo el premio Sant Jordi, 1976.

Ha pasado más de un cuarto de siglo para que alguien atinara en que tenía derecho a que un premio periodístico llevara su nombre como ya existe desde hace tiempo el que lleva el de su buen amigo Manuel Vázquez Montalbán.

Formar parte del jurado que dirime los méritos de los aspirantes a estos galardones me ha permitido constatar en los últimos años que hay muchos periodistas –con título o sin él- que se empecinan en la labor de la denuncia social. Muy pocos alcanzan la categoría de estrellas de la comunicación. Los ‘Jordis Évoles’ son la excepción, pero muchos estudiantes de Periodismo se miran en su espejo.

Los periodistas ‘sociales’ existen. Tienen que bregar contra una clase política que ‘anda en otra’ y con unos medios de comunicación demasiado pendientes y dependientes de quien los financia.

Pero haberlos haylos.

¡Suerte en los premios Montserrat Roig, valientes!