Sospechaban de él hacía ya un tiempo. Era sacerdote y daba clases de religión. Decían que cuando pasaba películas en el aula y apagaba las luces, sus manos tanteaban a los niños, amparadas en la oscuridad. Un día, lo pillaron con dos niñas en el regazo y con esas manos, cito textualmente, «donde no debían estar». Los profesores avisaron al Departament d’Ensenyament y éste, al señor obispo. Discretamente, el sacerdote desapareció de la escuela y se retiró un par de años a un monasterio. Ni la policía ni la fiscalía ni nadie actuó de oficio, no se abrió ninguna investigación. Esto fue en 2011, y la «consellera» era Irene Rigau.

Meritxell Ruiz sucedió a Irene Rigau cuando estalló el «caso Maristas». Los Hermanos Maristas habían ocultado los abusos perpetrados durante treinta años sobre docenas de chavales. Habían fallado estrepitosamente todos los mecanismos de alarma y prevención. Fallaron los servicios sociales, la policía, la fiscalía... Falló todo. El Síndic de Greuges, Rafael Ribó, declarase oficialmente (cito) que «Enseñanza no ha asumido el deber de hacer cumplir los protocolos en todos los centros educativos» (publicados en 2006) para, acto seguido, repartir leña y afirmar con contundencia que (vuelvo a citar) «No hubo una respuesta como Govern». Tanto Meritxell Ruiz como su sucesora, Clara Ponsatí, afirmaron que el concierto educativo con los Hermanos Maristas seguía «plenamente vigente», y sigue igual tal día como hoy. Sigue vigente, todavía.

Tampoco parecían ser efectivos los protocolos del Departamento de Asuntos Sociales. En 2013 se descubrió de casualidad que una casa de acogida en Castelldans había estado quince años en manos de un monstruo, David Donet. Consulten las hemerotecas; un horror. Neus Munté, entonces «consellera», ni dimitió ni asumió responsabilidad alguna. En 2016, su sucesora, la «consellera» Dolors Bassa, tuvo que digerir que lo menos quince menores a su cargo en casas de acogida de Amposta y Tortosa habían sido utilizados por una red de producción y distribución de material pornográfico pedófilo. La indiferencia y el menosprecio de Dolors Bassa por los problemas generados por la pobreza infantil sólo es comparable al fastidio que evidenció en sede parlamentaria porque a la oposición se le ocurrió pedirle explicaciones por este caso. ¿Por qué tenía que darlas?

Sigamos con la Iglesia: el cura de Arbeca, el de Constantí, el de Vilubí d’Onyar... y, por si fuera poco, saltó la liebre en Montserrat, cuna del nacional-catolicismo imperante ayer y hoy. El caso de Montserrat, además, viene de lejos, tiene tela y traerá cola, aunque el poder se esforzará en echar tierra por encima, ya verán. Porque no existe nada parecido en toda España al símbolo nacionalista de Montserrat.

Ni la Virgen del Rocío ni la Virgen del Pilar ni Santiago ni nadie son al nacionalismo español lo que la Virgen de Montserrat al nacionalismo en Cataluña. Tanto me da cuál sea el nacionalismo del que estemos hablando, sea el de los requetés del Tercio de Nuestra Señora de Montserrat, el de Franco bajo palio, el de Crist-Catalunya que formó a Jordi Pujol (el de Banca Catalana) o el de Junqueras, «cristiano renacido» de libro, escritor de sermones y autor de la célebre frase que dice así: «Somos gente de paz porque cantamos el Virolai», olé. El abad de Montserrat ha sido propuesto como «mediador» en el «conflicto» entre Cataluña y España y el presidente Torra escogió Montserrat para su particular y brevísima huelga de hambre el pasado diciembre. Los líderes procesistas son, fíjense bien, gente de misa.

Cuando, en 2000, Miguel Hurtado denunció los abusos del padre Soler ante el abad, saltaron todas las alarmas en el monasterio. La abadía se enfrentaba entonces a otro escándalo de naturaleza sexual entre monjes; sexo y violencia en el claustro, luchas de poder, esas cosas. Era inconveniente que, además, se sumara el abuso a menores en un pastel que ya olía mal y que ya había llamado la atención a los inquisidores del Vaticano. Así que se intentó sobornar a la víctima y acallar todos los rumores con la ayuda de un rotativo barcelonés en vanguardia de los demás y cercano al poder. Todo eso que se decía, fuera lo que fuera «eso» (no se especificó), era un plan para atacar a Cataluña, etcétera, que todos conocemos la música.

El padre Soler fue discretamente retirado de la «primera línea», pero todavía le hicieron un homenaje. En 2007, la editorial de la Abadía de Montserrat publicó «L'escoltisme i Montserrat» y el prólogo del libro lo escribió Jordi Pujol. Un año después murió el monstruo, y que lástima que no se hubiera muerto mucho antes.

Veinte años después, apenas hemos visto la punta del iceberg del hacer de esos monstruos. Pero, tranquilos, porque el arzobispo de Tarragona dice que no hay para tanto y en el Palau de la Generalitat añaden amén. No será nada, ya verán.