Un empresario hotelero se preguntaba hace unos meses, tras la expulsión del equipo de gobierno del PSC, ¿y ahora quién será nuestro interlocutor? La marcha de Jaume Collboni puso fin a las relaciones con los sectores del comercio, la restauración y el hotelero con el equipo de Ada Colau. Nunca son fáciles estas relaciones, pero Collboni no decía lo que le dijeron a este empresario que tenía “la osadía” de proponer la apertura de un hotel “es que nosotros estamos en contra”. Al menos trataba de encontrar soluciones. Su marcha fue el punto y final.

Colau dio el portazo a sectores que tienen el 15% del PIB y dan empleo estable a miles de personas. La ruptura del equipo de gobierno fue una brecha que se abrió de forma unilateral por parte de la alcaldesa y que ha marcado la labor del ayuntamiento de Barcelona. Los comerciantes están que trinan con el top manta, con las islas peatonales. Los hoteles víctimas de la moratoria se van a Hospitalet que los acoge con los brazos abiertos, o simplemente se van. Airbnb se esfuerza en alcanzar acuerdos para evitar la saturación y los malos comportamientos, mientras que viven en la clandestinidad miles de pisos turísticos que no llaman la atención del consistorio. La promoción turística de la ciudad ha pasado a mejor vida y el turismo sigue siendo masivo, pero según el sector con un consumo menor. Y, por último, la restauración sigue peleando por unas terrazas que son consideradas, en una ciudad de puertas abiertas, como un elemento agresivo.

Estos cuatro años han sido una pérdida de tiempo en muchos aspectos y, sobre todo, se ha perdido un tiempo precioso en confirmar en el mapamundi la marca Barcelona. La alcaldesa considera que hay que rectificar ciertas políticas, pero ha sido incapaz de generar el debate necesario. Seguro que hay que cambiar cosas, que hay que evitar desmanes, pero ambas cosas no son óbice por apostar por Barcelona y no enredarse en conflictos eterno que ponen al Mobile en la cuerda floja y a la todopoderosa Fira en la inanición después de meses y meses en una provisionalidad peligrosa.

El debate político de estos días debería centrarse en estos temas, no en veleidades de primeros espadas de la política nacional sino en esforzados regidores que priman la política municipal. La marca Barcelona no es sólo un eslogan, es el futuro. Pasarán las generales y los ciudadanos esperamos que nuestros candidatos se pongan manos a la obra y mojarse con cuestiones concretas, y lo más importante, realizables. Hay que entrar en el tajo. En el de verdad, no haciendo vídeos de dudoso gusto y penosa ejecución. ¿Me entiende señora Colau? La marca Barcelona no puede ser la gran olvidada. Ya lo ha sido demasiado tiempo.