Los resultados electorales de las generales no se pueden extrapolar miméticamente a otras contiendas. Hasta ahora siempre ha sido así y, sobre todo, este traslado puede ser inútil ante unas municipales. Sin embargo, los datos de Barcelona del 28-A pueden significar muchas cosas. ERC, por primera vez, gana las elecciones en Barcelona con un PSC crecido que incrementa en ocho puntos su porcentaje de votos. Esta es la primera foto. La segunda es que la actual alcaldesa se queda a más de 58.000 votos de ERC y a más de 56.000 de los socialistas. Ada Colau, que ganó las elecciones de forma apabullante en 2015 y 2016, no gana en ninguno de los distritos de la ciudad que se reparten como buenos hermanos republicanos y socialistas. La tercera foto la protagoniza Junts per Catalunya, que de la mano de Puigdemont hunde en la mediocridad a lo que se dio en llamar espacio convergente. Es decir, la derecha catalana de toda la vida. Los neoconvergentes pierden más de 10.000 votos y se quedan en un justito 10%. La cuarta foto es la de Ciudadanos. Mantienen su porcentaje y aumentan los votos hasta superar los 100.000. La candidata era Inés Arrimadas, no Manuel Valls, que ha estado anodino en las generales, pero ahí está el resultado. El PP, como en el resto de Catalunya, ha caído por el precipicio. Pérdida de 8 puntos y más de la mitad de sus votantes. Ciudadanos no se los llevó todos, apenas un puñado.

Los partidos deben analizar, y lo hacen, estos resultados barrio a barrio, para aprovechar las sinergias. El 26-M son municipales pero la influencia cercana de las generales puede provocar una repetición de voto que nunca antes se había producido, porque nunca antes las generales y las municipales se daban la mano con apenas un mes de diferencia. Sobre todo, el partido que está en el gobierno que en estas elecciones ha perdido a dos de sus baluartes, Asens y Pisarello, que se embarcaron en las generales con un resultado decepcionante.

Colau se presenta a los nuevos comicios con un equipo suplente, pero no hay que menospreciarla. Sigue en el gobierno y tener la alcaldía siempre es un plus, aunque un error en este mes puede ser garrafal. La alcaldesa debería tomar nota del fracaso de sus comunes. Llegaron para quedarse. Echaron sin contemplaciones a la vieja Iniciativa per Catalunya, y ahora si vuelven a fracasar pueden abrir su Caja de Pandora de imprevisibles consecuencias.

Tras los resultados del domingo de generales me ratifico en lo solicitado hace un par de semanas en este mismo espacio de Metropoli Abierta. Es necesario un debate entre las dos fuerzas que pueden gobernar la ciudad: ERC y PSC. Maragall y Collboni son, con datos en la mano, los que pueden gobernar Barcelona. Necesitarán pactos porque nadie tendrá la mayoría suficiente para hacerlo en solitario, pero los ciudadanos y ciudadanas de la capital catalana tienen el derecho de saber a qué aspiran, qué piezas moverán, en el ámbito político y también cuales son sus prioridades de gobierno en el ámbito de la convivencia ciudadana. Colau y Valls se antojan los segundones. Parafraseando a Jaume Collboni “el cambio ha empezado” en Barcelona. Tiene toda la razón. Quizás la era Colau se ha quedado sólo en una anécdota en el tiempo. El pulso de Barcelona pasa ahora por Maragall y Collboni.