Manuel Valls es el blanco preferido de Ada Colau y de los partidos independentistas que aspiran a la alcaldía de Barcelona. La irrupción del político de Horta precipitó la salida de Alfred Bosch y su sustitución por Ernest Maragall, en ERC, y el PDeCAT sacrificará a Neus Munté. Los Comuns, mientras, atacan al líder de 'Barcelona, capital europea' para tapar sus fracasos y, sobre todo, el malestar de los barceloneses, cada vez más críticos con la gestión de su alcaldesa.

El domingo, Valls expresó su discrepancia con la politización del Josep Pla y las referencias de su ganador, Marc Artigau, a los políticos catalanes presos. Su malestar, nada espontáneo, es el de miles de ciudadanos hartos con la actual crispación que se vive en Barcelona. El ex primer ministro francés dijo lo que muchos callan y las reacciones de sus detractores fueron inmediatas. Muchos, curiosamente, aludían a una libertad de expresión que no practican cuando los ataques van en dirección contraria.

Valls logró un golpe de efecto entre sus seguidores y posibles votantes. Rotundo en su oposicion a cualquier pacto con la extrema derecha, el aspirante a la alcaldía de Barcelona persiste en sus críticas a los efectos nocivos que el Procés tiene para Catalunya y su capital. Su discurso es firme, nada ambiguo, igual que su rechazo al populismo de Colau y su incapacidad para solucionar los problemas que padece la ciudad. El más grave, la inseguridad de sus calles. Igual o más sonado ha sido su fracaso con la vivienda pública, una bandera que enarboló hace cuatro años y que ahora saca los colores de la alcaldesa.

A cuatro meses y medio para las elecciones municipales, Valls tiene una buena radiografía de Barcelona y sus conflictos. Desde la elección de la ciudad como sede de los Juegos Olímpicos de 1992, nunca la autoestima de sus vecinos había estado tan tocada. Los barceloneses piden un plan de choque para frenar unos índices delictivos intolerables y exigen mano dura contra el top manta que tanto penaliza al comercio.

Valls, el enemigo declarado de comuns e independentistas, cuenta con el respaldo de las élites económicas pero también es el candidato favorito de pequeños empresarios, emprendedores y autónomos, hartos de las acciones coactivas y disuasorias del gobierno municipal, cada vez más alejado de sus vecinos y entidades.

Con muchas incertidumbres sobre el impacto que tendrá VOX en Barcelona y con el PP en horas bajas, Valls quiere seducir a un amplio sector de la población barcelonesa, desde antiguos votantes del PSC a simpatizantes de CiU que no comulgan con la actual radicalidad del PDeCAT. El apoyo implícito de Ciudadanos también le avala como el gran candidato constitucionalista en una campaña en la que sus rivales (Colau y Maragall, a la espera de Joaquim Forn) buscarán el cuerpo a cuerpo con el político francés.