Manuel Valls vuelve, otra vez, a casa. A su casa habitual, París, tres años después de flirtear con Barcelona. El sueño del político, nacido en Horta, se diluyó muy pronto, con un decepcionante resultado electoral en las elecciones municipales de 2019 en las que prometió acabar con el independentismo y el populismo en el Ayuntamiento de Barcelona. Su etapa barcelonesa, muy poco activa, alcanzó su momento de mayor intensidad cuando se decantó por Ada Colau como alcaldesa, en detrimento de Ernest Maragall, ganador en las urnas.

Político de prestigio, con un gran sentido de la responsabilidad, Valls erró el tiro al aliarse con Albert Rivera, entonces el líder indiscutible de Ciudadanos. Por su pasado y sus ideas políticas (progresista en temas sociales y más conservador en cuestiones económicas y en políticas de seguridad), hubiera encajado mucho mejor en el PSC que en la formación naranja, que en los momentos de gran inestabilidad política en España se acercó demasiado a VOX para malestar de Valls.

Valls, el candidato de las élite, según Ada Colau, fue recibido con entusiasmo por una parte del sector económico barcelonés, pero el globo se pinchó muy pronto. Partidario inicialmente de impulsar una candidatura transversal, con gestos hacia el catalanismo más moderado, el político francés cambió muy pronto su enfoque. En Ciudadanos tampoco se creyeron realmente a Valls. Su candidatura prometía grandes nombres en su lista, pero hubo más humo que certezas. Su equipo interno, con mucho dinero para promocionar al exprimer ministro--las cantidades fueron cuestionadas por el Tribunal de Cuentas--, tampoco fue capaz de prosperar y revalorizar su imagen.

Las encuestas, pese al histerismo de alguno de sus asesores, ya apuntaban que Valls no había conectado con los barceloneses. El 26 de mayo de 2019, Barcelona pel Canvi logró seis concejales, una cifra que apenas mejoraba (de cinco a seis) la representación que Ciudadanos había logrado cuatro años antes, con mucho menos ruido mediático. Sin tiempo apenas para digerir los resultados, el grupo se escindió, y Valls se quedó solo con Eva Parera. Luz Guilarte, Celestino Corbacho, Paco Sierra y Marilén Barceló rompieron con él y, desde entonces, forman parte del grupo municipal de Ciutadans.

Valls fue, posiblemente, el gran perdedor de las elecciones y, poco a poco, desapareció de la escena mediática. Sus viajes a Francia se intensificaron y desde hace meses estaba cantado su regreso a la política gala tras desconectar de Barcelona. Nadie puede cuestionar su talla política y su amplitud de miras, pero su etapa barcelonesa ha sido, políticamente, efímera. En lo personal, en cambio, Valls saldrá muy reforzado de la Ciudad Condal tras su sonado matrimonio con Susana Gallardo, una de las mujeres más ricas de Cataluña. Castigado en las urnas y premiado en el altar, el ex primer ministro francés abandona otra vez Barcelona para instalarse en París, la ciudad de la luz y el amor.