Tras enviar a Jordi Martí a comerse el marrón del concierto en los balcones, Ada Colau opta ahora por las maniobras de distracción. Aunque sigue callada cual víctima mortal del coronavirus acerca del concierto de marras y de las relaciones peligrosas del ayuntamiento de Barcelona con la empresa de cierto millonario trotskista, Ada ya nos ha hecho saber que le parece muy mal que el popular Albiol se haya hecho con la alcaldía de Badalona. Se impone una moción de censura, según nuestra alcaldesa, supongo que con la excusa habitual de cerrarle el paso al fascismo.

Evidentemente, todo el mundo puede pensar lo que quiera del señor Albiol, pero nadie le había preguntado a Ada su opinión. De hecho, se le habían preguntado otras cosas a las que sigue sin responder y por las que tuvo que dar la cara el cerúleo Martí, un hombre que parece vivir confinado a perpetuidad (¡acércate un día a la playa, hombre, que no te va a hacer ningún daño!) y que, a falta de alguna argucia mejor, intentó quitarse de encima el muerto de los balcones acusando a Manuel Valls de adoptar un tono tabernario en sus alocuciones, cuando el ex primer ministro francés se limitaba a insinuar que otorgar tratos de favor a empresas un tanto turbias no es lo que se espera de un ayuntamiento en general y de un ayuntamiento progresista en particular.

Opinar sobre lo que ocurre en una ciudad que no es la tuya resulta extemporáneo, pero en situaciones apuradas hay que tirar de lo que se tiene más a mano, y un sopapo al PP, aunque socorrido como recurso, siempre puede servir para desviar el foco que a uno le está dando en toda la cara. Me temo que en este caso no va a colar. El propio Albiol la ha enviado educadamente al carajo, diciéndole que ya tiene bastantes problemas en Barcelona como para preocuparse de lo que pueda ocurrir en Badalona, y no hay más remedio que darle la razón, aunque no seamos votantes del PP.

Algún día habrá que dar explicaciones sobre la relación Colau – Roures. Más que nada porque nuestro ayuntamiento se tomó la molestia de poner por escrito que no pensaba ir ni a la esquina con empresas relacionadas con paraísos fiscales, por no hablar de empresas que recurren al soborno para conseguir sus objetivos de lucro, dos señas de identidad de Mediapro que obligarían a un ayuntamiento tan progresista como el nuestro a mantener una prudente distancia con el magnate trotskista. Cambiar de conversación o hacerse el sordo no va a colar y, tarde o temprano, estas liaisons dangereuses de los comunes con gente como Roures y su fiel Benet le van a acabar estallando en las narices a nuestra alcaldesa. Insatisfechos y rencorosos en general, los barceloneses no nos conformamos con tener la primera alcaldesa bisexual y de humilde extracción del universo e insistimos en saber cómo y por qué se puso en marcha una iniciativa tan inoportuna como la del concierto en los balcones. Esconderse detrás del pobre Martí o tomarla con Albiol son simples maniobras de distracción, medidas paliativas o el proverbial mareo de la perdiz.

Se ponga Ada como se ponga, hay sospechas de compadreo entre su administración y Mediapro. Y me temo que en este caso no se aplica el conocido dicho anglosajón Great minds think alike.