En el año 2016, la CUP afirmaba haber enviado a Artur Mas “a la papelera de la historia”. A ese mismo lugar deberían ir según qué efemérides. La del 1 de octubre es una de ellas. Y este parece es el camino que está recorriendo precisamente en nuestra ciudad. Este pasado 1 de octubre, el seguimiento de las manifestaciones en recuerdo de dicha fecha tuvieron un seguimiento ridículo, y los intentos por elevar el tono el día 3 fueron por el mismo camino, por más empeño que pusiera la cada día más mermada Assemblea Nacional Catalana y los partidos independentistas que tratan de agarrarse a la épica mientras caen en las encuestas.

Es cierto que el fin de semana nos ha dejado las asquerosas imágenes que llevamos viendo hace años, pero el cambio de intensidad es más que apreciable (y sobre todo el nivel de seguimiento). Los violentos de siempre se han dedicado a hacer lo que más les gusta, quemar contenedores, pero eso ya no nos impresiona. Lo importante es lo hasta las narices que empezamos a estar todos y que cada vez se ven menos respaldados por una ciudadanía que ha llegado a un nivel de hartazgo insoportable.

Pero las concentraciones no han decepcionado en lo que a proclamas se refiere. La siempre beligerante Elisenda Paluzie nos ha dejado unas perlas que vale la pena recoger. En su delirio por el control del territorio, la presidenta de la ANC afirmaba que “el 1 y el 3 de octubre son una demostración del control del territorio que podemos hacer todos juntos”. Poco importa que ese todos juntos dibuje solo el escenario en el que quienes piensan como ella molestan a quienes no lo hacen. Recuerdo una tertulia en TV3 en la que discutí con ella y llegó a decirme que lo más importante para declarar la independencia era el control del territorio que debían garantizar los Mossos. Desde entonces, no sé al resto, pero a mí se me eriza la piel cuando habla de controlar el territorio del modo que sea.

En otro momento, en referencia al 3 de octubre afirmó que fue clave la labor de los sindicatos para parar nuestra comunidad. Como si la labor de los sindicatos fuera la de entrometerse en cuestiones políticas que poco o nada afectan a los trabajadores. Y este es uno de los grandes problemas. Que, para algunos, la importancia de los sindicatos y de su labor se reduce únicamente a la capacidad que estos tengan de inmiscuirse en un debate que les debería ser completamente ajeno. Por eso, Paluzie apuesta por reforzar lo que ella denomina “sindicatos soberanistas”. Porque para ella los sindicatos nada tienen que ver con la defensa de los trabajadores. Para ella tienen que ver con la defensa de su proyecto secesionista.

Pero más allá de comentar lo que empiezan a ser anécdotas, creo interesante enfocarse en la incapacidad del secesionismo para movilizar incluso a su propia gente. Y no lo consigue ni contando con los grandes altavoces con los que ha contado siempre. Y eso tiene un nombre. Hastío.

El secesionismo ha ocupado nuestros espacios de debate durante demasiado tiempo. Los ciudadanos de Barcelona hemos estado cautivos de sus delirios durante años. Afortunadamente la situación de tensión es insostenible, y empieza a llevarnos a un escenario muy distinto. Un escenario en el que la ciudadanía vuelve a preguntar aquello de “¿y qué hay de lo mío?”. Un escenario en el que cada día más gente se da cuenta de que la política debería ser para hacerles la vida un poco más fácil y no todo lo contrario.

Urge volver a la senda del sentido común. Urge dejar solos a quienes gritan. A quienes lo hacen sea cual sea la dirección. Urge encontrar el modo de llegar a acuerdos que redunden en beneficio de todos. Quienes quieran quedarse en la confrontación constante que lo hagan. Pero que al resto nos dejen en paz. Vivimos un escenario dantesco del que cada día más gente queremos huir.

Muchos son quienes han dejado de acudir a las manifestaciones que convocan la ANC y los partidos secesionistas. El siguiente paso es sencillo. Volver a centrarnos en “las cosas del comer” y empezar a solucionar las problemáticas que viven todos aquellos que se encuentran en situación de vulnerabilidad en nuestra tierra, que desgraciadamente son muchos y necesitan quien les eche una mano para salir del pozo.