Ya me quedé mucho más tranquilo. Después de ver la entrevista-masaje a Carles Puigdemont en TV3, mis dudas sobre la gestión del coronavirus por parte de la Generalitat se disiparon como por arte de magia. El gurú dispuso de todas las herramientas para afrontar una entrevista destinada única y exclusivamente a elevar su halo, y lanzar un marasmo de mensajes presidenciales. Estaba Puigdemont en tarea y dejó escapar la prenda. El Govern “ha sido generoso y empático”, en su gestión de la Covid 19. 

Escuchada la frase me acordé del presidente del Congreso, Federico Trillo, que convertido en poeta se destapó desde la Mesa de la Cámara Alta, por culpa de un micrófono abierto, con aquella frase que ha pasado a la historia: “Manda huevos”. Manda huevos que, sin pestañear, Puigdemont elogie una gestión endeble que pone en entredicho que tengamos un Govern, o dos, que las medidas se improvisen, que los ayuntamientos estén a la greña, o que las previsiones fallen sin solución de continuidad. Eso sí, la Generalitat lo hace “chipen”, mientras que el Gobierno represor de España lo ha hecho fatal. Será el Govern generoso y empático, pero seguro que no simpático. 

Mientras la Barcelona sin turistas, que debe hacer las delicias de la CUP y de buena parte de los comunes, está arruinando a miles de familias. Y en eso, vuelve el Ayuntamiento a recordarme al expresidente del Congreso con su “manda huevos”. Porque si no hay turistas, habría que ser flexible para patrocinar, bajo los calores agobiantes, que los barceloneses pudieran llenar las terrazas y así dar un balón de oxígeno a los bares y restaurantes de los que viven millares de autónomos y de trabajadores por cuenta ajena. Pues no. 

Tras el acuerdo en plena pandemia, el Gremi de Restauració aplaudió la gestión municipal. Las terrazas se podrían ampliar para tratar de poner un plasma en el paciente enfermo. Pero claro, se puso al frente de la gestión del acuerdo a la concejal Janet Sanz. Consecuencia directa, el 77% de las ampliaciones de terrazas ha sido denegada en Ciutat Vella. Las peticiones se resuelven tarde y mal. La promesa de resolverlas en 15 días se ha convertido en una broma de mal gusto y más de 2.000 peticiones son ahora 2.000 procedimientos sin respuesta. Total, un 30% de las peticiones son denegadas. La actitud del Ayuntamiento es ofrecer un flotador, pero lo da pinchado. 

Dicen que se deniegan por la saturación de algunos barrios y por el ruido. “Manda huevos”, señora Sanz. Dicen que se deniegan por la alta concentración de visitantes. Sorprende esta afirmación cuando la Rambla, Ciutat Vella o el barrio de la Ribera son mayormente un paisaje lunar, sin apenas visitantes, salvo los autóctonos que buscan una terraza. La prueba es que el comercio del barrio de la Catedral del Mar se está abocando al cierre de más del 40% de sus instalaciones. Sin turistas no hay clientes. Sin clientes, abrir se ha convertido en un calvario. Por eso suena a choteo, a ”manda huevos”, que desde el consistorio se diga que “hay una gran densidad de población” en estos barrios “incrementada por la intensidad de visitantes que recibe el distrito”. ¡Qué más quisieran!, los comerciantes y restauradores de la zona. 

Las alegaciones del consistorio suenan a broma. La ciudad está vacía. En muchas zonas, se añora el ruido del pasado. En otras, no sabes si con tu carné de conducir puedes ir con tu coche por calles pintarrajeadas de colorines y adornadas con bancos de piedra que ayudan a crear ese paisaje lunar de calles vacías. Eso sí, sin terrazas, no vaya a ser que alguien desde el consistorio eche una mano. Seguro que Janet Sanz se considera “generosa y empática”, pero también le vale que no es simpática. “Manda huevos”, la gestión de las terrazas, señora Sanz.