Dos nuevas y grandes victorias de Ada Colau. Ha logrado que Barcelona descienda al puesto 39 de la lista de ciudades con más atractivos turísticos. Y a mucha distancia de Madrid, donde la alcaldesa Isabel Díaz Ayuso no consigue bajar del puesto número doce y se consolida internacionalmente como uno de los mejores destinos para hacer una escapada. La segunda hazaña de Colau ha sido cuadriplicar a Madrid en número de okupaciones, con mil quinientas el año pasado y veintiuna diarias en el actual. De este modo, la alcaldesa okupa y turismofóbica se sitúa como adalid y ejemplo europeo para acabar con la cultura y la economía turística, y de cómo asegurar la inseguridad jurídica y el estupendo decrecimiento de la Barcelona capitalista.  

Las principales desgracias de Madrid, según la citada clasificación internacional, son: la gastronomía, los museos y el encanto de la ciudad, que agradan al casi cien por cien de sus visitantes en lo que a oferta cultural se refiere, y sólo un uno por ciento manifiesta que se aburrió. De Barcelona, por el contrario, sólo gustan los bares de cócteles, las playas y las fiestas y festivales, añadiendo que casi un noventa por ciento opinan que los barceloneses son gente agradable. La encuesta no detalla si se trata de los perro-flautas, los okupas, los delincuentes y el lumpen antisistema en general.

Como cada cual acaba siendo resultado de sus propias obras, Colau añade nuevos atractivos a Barcelona. Como el de no poder pasarse más de media hora en las mesas donde se sirven birras con desagrado y antipatía y tapas mal plagiadas de Madrid, Euskadi y Andalucía, por ejemplo. También acabará con aquellos abuelos que sólo se tomaban un café solo y leían tres diarios de los que no entienden y no agradan a la alcaldesa autócrata y a sus evangelistas del amedrentamiento global. Mientras, ya no constan en la estadística sobre gustos del turismo menguante en Barcelona ni la cultura ni propuesta cultural alguna. Algo que no pasa cuando se pregunta por Madrid, y responden el nombre de un par o tres museos.

Regida por una brigadilla de faranduleros que viven, medran y chupan de la farándula, Barcelona no se merece ser una ciudad con regidores/as que no paran de ensayar el don de rebuznar. Se dicen portavoces del pueblo y se empecinan en salvarlo a su manera sin que nadie se lo pida, ni lo quiera ni lo necesite. Es un personal que no sabe cómo afrontar su fracaso y teje una trama de mentiras sobre Madrid, Aragón o contra quien sea para protegerse de su más que posible derrota. Gente de ideas cortas y amojamadas que lo único que saben es dar la lata, que es un viejo género fracasado, y se montan un relato que no interesa más que a los suyos. Un elenco tan lamentable que merecería ser objeto de burla y chanza en el Corral de la Pacheca, que está en Madrid, calle de Alcalá. Aquella por donde la alcaldesa Díaz Ayuso “viene y va con la falda almidoná y sonríe descará”, tal y como canta aquel alegre pasodoble.