Ernesto Valverde ha demostrado, sobradamente, su capacidad para gestionar los problemas del Barça. En verano, el club vivió días de mucha tensión tras el varapalo que le dio el Real Madrid en la Supercopa y la incapacidad de Bartomeu y sus ejecutivos para completar una plantilla competitiva y equilibrada. Valverde, muy pragmático, silenció su malestar y se encomendó a los deseos de Messi y a una plantilla encantada con su talante tranquilo.

El Barça, con un fútbol sin grandes alardes pero con mucho orden, inició la Liga con la máxima motivación. Los destellos de Messi y los reflejos de Ter Stegen fueron el mejor remedio para sumar victoria tras victoria y abrir una brecha de 10 puntos respecto al Real Madrid, penalizado por la lesión de Carvajal, las salidas de Pepe, James y Morata, la ansiedad de Cristiano Ronaldo y una autocomplacencia generalizada.

Ganaba el Barça y tropezaba el Madrid, aunque el fútbol del líder no invitaba a grandes fiestas. Los empates contra el Valencia y el Celta, curiosamente, llegaron después de dos actuaciones globales meritorias. En ambos partidos le faltó puntería al equipo y le sobraron algunos errores arbitrales. En el Camp Nou, no obstante, Unzué descifró perfectamente las carencias barcelonistas.

El Barça, cada vez con menos suficiencia, manda en la Liga porque ha sido el mejor, el más regular, pero los problemas se han multiplicado en las últimas semanas con las lesiones de Mascherano y Umtiti. En verano, Valverde reclamó un quinto central tras desprenderse de Marlon y el fichaje de Iñigo Martínez estaba atado. Hasta que alguien lo desató.

El técnico, ahora, deberá gestionar una defensa con dos centrales: Piqué y Vermaelen. En ataque también le faltan futbolistas desequilibrantes y sus problemas quedaron al descubierto tras la lesión de Dembélé, víctima de la ansiedad. Poco partidario de las rotaciones, a Valverde se le rompen muchas piezas. Llegados a este punto, bueno será que el entrenador reflexione y apriete las tuercas a la secretaría técnica y a Bartomeu. Sin fichajes en el mercado de invierno, la Champions sería una utopía y la Liga podría enredarse de mala manera en un club acostumbrado al ruido, a vivir al límite.

Al Barça le falta fondo de armario porque le sobran futbolistas mediocres o que dimitieron hace tiempo como Aleix Vidal y Arda Turan, dos caprichos electorales de Bartomeu que penalizan a la institución. El sentido común de Valverde y la magia de Messi no bastan.