La evidencia de que hasta el ectoplasma de Charles Manson sería un mejor alcalde que el Tete Maragall no quita para que Ada y los comunes sean una desgracia para Barcelona, como acaban de demostrar con su apoyo a los nacionalistas para solicitar al gobierno central que ponga en marcha una investigación sobre las turbias relaciones entre el CNI y el imán de Ripoll (Alá lo tenga en su gloria). Apuntarse a teorías conspiranoicas puede parecer una novedad, pero solo es una muestra más de que Colau siempre está dispuesta a congraciarse con los indepes. Y esta vez ni siquiera le ha hecho falta presentarse en el ayuntamiento, pues se halla disfrutando de unas merecidas vacaciones (merecidas por nosotros, sus súbditos), ya que le ha bastado con sus secuaces para apoyar la propuesta de ERC y Junts x Puchi.

Todos sabíamos que Valls y los socialistas podrían vigilar a Ada hasta cierto punto. En cuanto se descuidan, les coloca un lacito amarillo donde no toca o se apunta a teorías desquiciadas. Pero tampoco los sociatas pueden evitar hacer el sociata: de ahí las visitas buenistas de Collboni al presidiario Forn, para seguir fomentando el tono gallego habitual en el PSC: si te cruzas con un sociata en una escalera, nunca sabes si la sube o la baja. Su reacción a la última chorrada de Colau ha sido de una discreción excesiva, pues ya se sabe que, en el ayuntamiento, con que esté Valls para indignarse y decir en voz alta lo que piensa, vamos que chutamos.

Librarnos de Gerardo Pisarello ha estado muy bien, pero me temo que hemos desvestido a un santo para vestir a otro: ahora lo tenemos en Madrid gracias a Pablo Iglesias, y aunque todavía no se ha hecho notar mucho -aparte de hacer retirar de su despacho la bandera española-, es de temer que pronto nos salga por peteneras soberanistas. Las mismas de Ada, que, por cierto, nunca le sirven para nada, pues los indepes la detestan haga lo que haga.

Lo de mantener a Colau en el cargo siempre fue un mal menor. Con el Tete ya sería obligatorio salir a la calle con el lacito amarillo en la solapa y cada día habría una nueva ocasión de hacer el ridículo. Así pues, de lo perdido, saca lo que puedas. Esa parece haber sido la actitud de los sociatas: si resuelven los problemas de orden público -por cierto, ¿cómo tenemos lo del tarado que se la menea en la playa de la Mar Bella y amenaza de muerte a los socorristas cuando éstos le ruegan educadamente que practique su deporte preferido en la intimidad de su hogar?-, hacen las paces con empresarios, comerciantes y hoteleros y muestran cierta eficacia general, igual consiguen desalojar a los comunes (y corrientes) en las próximas elecciones municipales. Interrumpir las visitas a ciertos galeotes de presidio también ayudaría.