Camarada alcaldesa. Somos un grupo de resistentes veteranos que hemos recibido unas multas por manifestarnos en la Meridiana. La indignación en nuestro geriátrico del barrio por esta nueva ofensiva represiva genera un ambiente de angustia y zozobra que afecta a nuestra delicada salud física y mental. Hemos luchado meses y meses para convertir la Meridiana en un ejemplo mundial de solidaridad con los presos, con los vecinos, con los comerciantes, con los conductores y con los transeúntes. Para ello, hemos contado siempre con tu inestimable colaboración y la de tus guardias.  Pero ahora van y nos multan.

Hemos hecho hogueras, fiestas, barbacoas, recitales, botellones,  actos culturales… Hemos acogido a políticos amarillos, morados y arcoíris.  Hemos aguantado baladas del cantante con gorro de nuestra quinta. Se nos han caído y dañado prótesis de cadera, de rodilla y dentales obedeciendo la consigna de “bote, bote, bote, español el que no bote”. Hemos sufrido que gente de orden nos mire como bichos raros del zoo. Pero, cargados de ideales y de pastillas para todo, hemos vuelto a la barricada una noche tras otra. Y allí, nosotros, que somos rojos y revolucionarios pero limpios y honrados, nos hemos visto obligados a confraternizar con okupas desaliñados, con tus amigas comuneras poco higiénicas, con chivatos infiltrados de los CDR y con otras gentes agresivas y de cuestionables gustos sexuales. Y ahora que nos retiramos por prudencia a causa del virus y del calor, las fuerzas represivas y de ocupación nos sancionan a traición.

Si no estamos cada tarde al pie de barricada cortando el paso a autobuses del transporte público metropolitano es porque nos quedamos en el geriátrico por  motivos de higiene y culpa de la pandemia. Ganas de salir a tomar la Meridiana no nos faltan, pero tampoco estamos dispuestos a pagar el pato a costa de nuestras pensiones. Que ya nos cansa que activistas de pacotilla y entidades subvencionadas nos ubiquen en primera fila de cada protesta desde aquel uno de octubre que se saldó con miles de pensionistas heridas y heridos de gravedad bajo las botas policiales. Como leales bolcheviques que somos, acatamos las órdenes y consignas, pero que no abusen, que ya no estamos para gastos. Por eso, como radicalmente catalanes, lo que jamás olvidaremos ni perdonaremos es que nos toquen el bolsillo. En este asunto se nos agotan las falsas sonrisas revolucionarias y nos sale la mala baba propia de la edad.

Como respuesta, ya preparamos para otoño acciones dignas de aquel pollo de cojo… del que se pavoneaba el gallina de Waterloo. Y si le manifestamos al MHP Torra todo lo que pensamos de él, apestarán las alcantarillas de la Generalitat. Como decía nuestro camarada poeta Rafael Alberti, vamos “a galopar hasta enterrarlos en el mar” a la Armada Invencible del remero Buch. No obstante, podemos negociar una mesa de diálogo a condición de que nos libres de pagar las multas. Y los que avisamos no somos traidores. (No como los que huyen sin avisar). Salud y revolución, camarada Ada.