Está claro que ERC si quiere liderar el independentismo tiene que liberarse de rémoras del pasado y de viejas glorias que dan lecciones de regeneración democrática como si de un recién llegado se tratara. Y si quiere liderar el país, estas rémoras en cuanto antes se pongan en un cajón, mejor que mejor.

He leído con atención el artículo que publica Ernest Maragall en El Periódico. Y extraigo algunas conclusiones. La primera, la evidente, que las alianzas postelectorales han cerrado el paso al liderazgo de ERC. Quizás el señor Maragall debería preguntarse porque ERC se quedó colgado de la brocha tras las elecciones. ¿Quizás por su escasa cintura negociadora? Nunca el líder republicano en el Ayuntamiento ha sido un negociador. Más bien, como el rey Midas pero, al contrario, todo lo que tocaba acababa en jaleo.

Segunda conclusión. La culpa de todo la tienen los Comunes porque se tiraron en brazos del PSC y de Valls. Tercera, el PSC es el que manda en el consistorio. En ambas apreciaciones, la herida le supura al líder de ERC. Habla del PSC como si él no hubiera estado en la sala de máquinas de este partido en el que pinchaba, cortaba y mandaba. Cuando dejó de mandar se fue a buscar un buen acomodo. Eso de defender su postura en minoría no va con él. Aquí los de ERC tendrían que estar atentos. No vaya a ser que don Ernest les dejé para situarse en el viento que más le convenga.

Cuarta conclusión. La política de seguridad que aplica el consistorio es la de Valls. Un análisis más que simplista, sobre todo viniendo de una persona que fue un firme defensor de este concepto “la seguridad no es monopolio de la derecha, es un derecho de las clases populares”. Así se expresaba Pasqual Maragall. También José Montilla. No se recuerda ninguna opinión contraria de Ernest Maragall, en ese momento hombre fuerte de Maragall en el Ayuntamiento en el aparato del PSC.

Descubre Maragall que el problema de los manteros no es únicamente un problema de seguridad. Tiene razón, pero, hoy por hoy, por la dimensión del fiasco es un problema de seguridad, junto con el aumento de los carteristas, de los robos y de los sucesos violentos. Y la política quirúrgica que aplica Albert Batlle, bien conocido por Maragall, es la necesaria para atajar una situación compleja que ha evolucionado hasta ser, le guste o no, un problema de seguridad.

Quinta y última conclusión. La culpa de todo la tienen los demás. Ada Colau, a la que ni cita, sobre todo. Es más, Maragall obcecado bajo sus fantasmas acusa a Colau de ser partícipe de una conjura junto al Estado para impedir un gobierno de ERC. Como si Colau se haya caracterizado en su actividad política como un elemento básico que para Maragall debe ser evidentemente fascista y represor.

El árbol no le deja ver el bosque, sin duda, en un artículo perfectamente prescindible. Hablar de regeneración y de futuro en boca de Ernest Maragall y Mira, suenan a broma. Y de mal gusto. Insisto, si ERC quiere pensar en el futuro, en su futuro, debería empezar la casa por los cimientos, no por el tejado y prescindir de ciertos lastres.