La manifestación por la paz, tras los atentados que sufrió Catalunya la semana pasada, será recordada, lamentablemente, por los pitos al rey Felipe VI. El monarca fue abucheado y escuchó gritos de “Fuera el Borbón” el día que 500.000 personas (casi una de cada tres personas que vive en Barcelona) expresaron su total rechazo al terrorismo yihadista en la capital catalana.

Catalunya vive tiempos convulsos. Todo se politiza, incluso el dolor y la sinrazón, y el boicot independentista a los representantes del Estado afeó una jornada histórica en la que miles y miles de ciudadanos salieron a las calles para solidarizarse con las víctimas del terrorismo. La crispación política se mezcló con imágenes muy emotivas, solidarias, auténticas, recogidas por televisiones de casi todo el mundo.

La bandera de la paz, muy mayoritaria, compitió con las esteladas, las senyeras y las españolas. Hubo reproches a las relaciones comerciales de la monarquía española con Arabia Saudí fomentados por la CUP y colectivos afines pero, sobre todo, hubo aplausos espontáneos a los médicos, policías, bomberos y comerciantes de la Rambla, auténticos protagonistas del pasado 17 de agosto que sostenían una pancarta con la inscripción “No tinc por”.

La jornada también era especial para los representantes de todas las religiones que se habían fundido en un abrazo tras el atropello masivo de La Rambla. La lucha contra el fanatismo yihadista es cosas de todos y Barcelona ha sido, es y será una ciudad de acogida, solidaria y poliédrica, una metrópoli abierta que antepone los derechos humanos a los intereses partidistas que ya había sido golpeada por la lacra terrorista en un pasado no tan lejano. “La paz por encima de todo”, sentenciaba un ciudadano con mucho sentido común.