Con el mandato actual prácticamente agotado, el balance de la gestión realizada por Ada Colau y su equipo en casi cuatro años es desolador. El fracaso de Barcelona en Comú en su estreno político puede deberse a muchas causas (incompetencia, falta de experiencia, promesas incumplibles, falta de realismo, sectarismo, no saber dialogar…) pero la mejor receta para Barcelona pasa por planificar la etapa que arrancará el próximo mes de mayo: el post-Colausimo. Los barceloneses debemos reflexionar hacia dónde queremos que vaya nuestra ciudad, que no solo ha perdido prestigio mundial erosionando su marca (los recientes estudios de Monocle y Reputation Institut lo certifican) , sino que además ha entrado en un bucle autodestructor sobre su modelo de convivencia, afectando a los vecinos, sin que veamos un proyecto de futuro que afronte estos problemas.

La conciencia de que esto no funciona es cada vez más evidente. En los últimos meses han nacido distintas plataformas que buscan replantear el futuro de la ciudad. Algunas, promovidas por lobbies. Otras, por políticos. Alguna, por la sociedad civil. Una dispersión que, en realidad, puede poner en peligro que esta etapa negra finalice.

Lo que necesita Barcelona es un proyecto que ilusione y que genere consensos. En este sentido, mezclar el futuro político de Catalunya con la gestión de su capital creo que es un error, porque es fragmentar aún más al votante y restar esos consensos que necesitamos. Si el modelo pasa por una división entre independentistas y no independentistas -que poco aporta al día a día de una ciudad- ¿habría sido Pasqual Maragall alcalde? Si las inercias partidistas nos llevan a este callejón, debe ser la sociedad civil la que impulse una candidatura de consenso y que priorice, ante todo, gobernar bien Barcelona.

En realidad, es una fórmula que llevó al éxito a Ada Colau. Pero la (ex) activista, lejos de ampliar su base y el apoyo a sus políticas (el 75% de barceloneses no la votó), se ha rodeado exclusivamente de los suyos, no abriéndose a una sociedad plural que demanda gobernantes con una visión amplia en busca de consensos. Han gobernado mal y para pocos, silenciando a los discrepantes.

Barcelona necesita que esa fuerza de la sociedad civil se concentre en consensos. En un proyecto que realmente sea “en común”. Seamos pragmáticos alrededor de las prioridades que la ciudad ha de afrontar y que puede compartir un 80% de los barceloneses: un pacto por la vivienda asequible, por el turismo responsable, por la movilidad sostenible, por la atracción de talento y empresas que generen riqueza y puestos de trabajo, por la convivencia en nuestros barrios y por la cohesión social. Sin dogmas. A la gran mayoría de los barceloneses, que no hacemos demagogia ni bandos con estos temas, nos es urgente un proyecto que busque los acuerdos a su alrededor en vez de la confrontación y el sectarismo.

Lo hecho en estos casi últimos cuatro años ya no tiene solución. Ganémonos el futuro.