Estos días, entre los innumerables grupos de whatsapp (o telegram, instagram, o vete tú a saber cuál de ellos), me llamó la atención un reportaje del diario El Mundo titulado ‘Narcoturismo’ en Barcelona: yonkis de toda Europa en busca de heroína fácil. Sin duda, un clickbait de manual, de esos que esperas reírte en algún momento con sus hilarantes “ingenuidades”. En nuestro caso, no se hace de rogar la primera, a modo de retrato robot, nos advierte: “un tipo de pedigüeño especial pues quienes te piden dinero a cambio de la voluntad o un paquete de pañuelos suelen ser hombres jóvenes, demacrados, delgados, cubiertos con manga larga incluso si arrecia la ola de calor.” Sospecharé de los guiris con mangas a partir de ahora, gracias.

Lo cierto es que el reportaje no aporta ningún dato ni sobre estas supuestas migraciones de yonkis europeos, ni sobre precios de la heroína, ni sobre la especial facilidad que pueda tener la capital catalana respecto de otras capitales europeas para el consumo de la heroína. El caso es que el reportaje se limita a señalar determinados puntos del barrio del Raval como lugares habituales de aumento del consumo de esta droga según los vecinos de alrededor, cuestión innegable por otra parte. Como de costumbre, los clickbait acaban decepcionando. Además, yo tenía la perversa esperanza de leer cotilleos sobre fiestas repletas de cocaína y ejecutivos del Mobile World Congress, pero no.

40 DELITOS POR CADA 100 HABITANTES

Ciutat Vella es un distrito de algo menos de 4,4 kilómetros cuadrados que alberga cada año a más de 30 millones de turistas y que, precisamente por este fenómeno de sobresaturación de visitantes, tiene una tasa delictiva que, cuanto menos, triplica a la habitual: 40 delitos por cada 100 habitantes en 2017, imposibles de entender sin su masa de transeúntes diarios. Como sabe todo lugareño, la industria turística sin control atrae la actividad mafiosa y, por tanto, los delitos. Hace ya mucho tiempo que también acostumbran ser estos mismos vecinos y vecinas que conocen la realidad de sus calles los que alertan sobre la necesidad de decrecimiento y fiscalización de la actividad turística. Pero, a pesar de datos tan contundentes como estos, para “la agenda setting urbana”, el problema son los yonkis, los migrantes, los okupas, las putas… Eso sí (tan habitual ya que uno comienza a sospechar), sin datos que justifiquen su alerta.

Últimamente no sé qué pasa que de unos meses para acá la politización por parte de la agenda mediática de la seguridad y de lo que se le llama espacio público está explorando caminos profundamente deshonestos. En unos meses, hemos asistido a la crisis mantera, la de los okupas, la migratoria, la tradicional veraniega de los carteristas, e incluso la crisis de las prostitutas o, si me apuran, hasta la de los taxistas... La agenda clickbait parece arreciar con la especial atención puesta en colectivos que, hace no muchas décadas, aquello que se llamaba el NO-DO denominaba “vagos y maleantes”. El eufemismo probablemente más estúpido que se le podía asignar a la enorme diversidad de la bolsa de excluidos del Régimen Franquista.

Para hablar de seguridad hoy en día sobre la capital catalana inmediatamente se habla de ellos, los vagos y maleantes. Sin embargo, muchos voceros parecen haber olvidado que los excluidos no son más que la consecuencia trágica y marginal de un sistema de protección social insuficiente, del crecimiento acelerado de las desigualdades o de una crisis socioeconómica que este año cumple una década. Poco se escucha recientemente sobre la sangría de los constantes desahucios, cada vez más silenciosos, las mafias especulativas que están vaciando los barrios de su tejido social o la devaluación salarial, la temporalidad y el pluriempleo como forma de subsistencia en la Barcelona global del siglo XXI. Problemas, todos estos sí, entre las principales preocupaciones radicales (de raíz) de la población barcelonesa en los últimos barómetros municipales.

PERDER LA VIVIENDA

El hilo conductor que ligaba el tan amplio como deplorable concepto jurídico fascista era el de la exclusión. Los otros, de los cuales debemos ser defendidos, son el foco de infección de lo que no debemos ser y señalarles de vez en cuando nos ayuda a olvidarnos de los responsables de las dificultades que nos quitan el sueño. El mayor problema de inseguridad que preocupa a los barceloneses no tiene que ver con los excluidos sino con los mejor colocados. La inseguridad hoy en día la representa el miedo a perder sus viviendas, perder su ciudad o perder sus trabajos. Renunciemos a la lógica clickbait del sensacionalismo clasista, más en un asunto tan importante como la seguridad. Una ciudad cohesionada y responsable es siempre una ciudad más segura.