Últimamente, hay cabezas muy ligeras y bocas muy sueltas a las que les excita relacionar todo lo que acontece en Catalunya (proceso de independencia pacífico) con ETA (organización terrorista). Y aunque no esté en mi ánimo defender est-éticamente las últimas acciones de Arran contra la plaga turística que nos afecta; si desde algunos partidos y grupos mediáticos van a etiquetar estas protestas de "kale borroka"-violencia callejera- catalana, incluyámoslo todo. Porque no empatizar cívicamente, aunque sea legal, es una agresión constante y totalmente perversa.   

Tirar un papel, chicle o colilla al suelo porque "ya lo limpiarán, para eso pago impuestos". Escupir un lapo por salud, "¿no pretenderás que me quede con esto dentro?". Mear o defecar en la calle "porque no hay suficientes baños públicos y si entro en un bar hay que consumir". Aparcar ocupando parte del espacio de otra plaza de estacionamiento. Parar en doble fila, sobre un paso de cebra, el carril bici o un paso o lugar para minusválidos porque "sólo será un momento". Acomodarse en las escaleras mecánicas del metro o pasear por la acera en grupo impidiendo el avance a los demás transeúntes. No haberse duchado aquella mañana y huir del desodorante "porque es dañino para el pH de la piel". No ceder el asiento a un anciano o a una embarazada porque "aún me queda mucho trayecto, que se levante otro". No sujetar la puerta a la persona que viene inmediatamente detrás -seas un hombre o una mujer- porque "eso sólo se hacía antes". Hablar solo -por el manos libres- como los locos pero ser incapaz de parar a auxiliar a aquel señor que parece algo indispuesto porque "nunca sabes si puede tratarse de un loco".  

Quitarle el silenciador a la moto porque "mola más". Tocar el claxon ininterrumpidamente como si eso fuera a deshacer el atasco habitual de hora punta por la Diagonal. No bajarse de la bici ni reducir la velocidad cuando uno se ve obligado a subir a la acera. Gritar o hablar fuerte, sea la hora del día que sea. Compartir tu reggaeton favorito con los demás paisanos sin que estos te lo hayan solicitado. En una terraza, no redirigir el humo del cigarro para que moleste lo más mínimo "porque aquí fuera sí se puede fumar". Permitir que 1.026 personas, un 9% más que en 2016, duerman en las calles de Barcelona. No reducir el nivel de contaminación ambiental, acústico o visual de la ciudad porque "poco se puede hacer". No disculparse cuando se choca o se le  interrumpe el paso a alguien. Tolerar cualquier tipo de modelo turístico, hasta el low cost y masificado, "porque es bueno para la economía local". Considerar que todos los demás, aquí los barceloneses, somos gilipollas…