El 10 de noviembre Jusapol volverá a manifestarse en las calles de Barcelona, y los medios volverán a darnos la brasa hablando de provocación, después de la violencia extrema del 1 de octubre. 

La gente volverá a salir a la calle creyéndose el relato de la violencia extrema, y la rabia volverá a campar a sus anchas y a hacerse presente en las inmediaciones de la manifestación del sindicato de policías. 

Quizá por eso conviene matizar un poco lo de “violencia extrema”. Tanto para que quienes vayan a la mani puedan hacerlo con la cabeza bien alta, como para que los que vayan a reventarla se queden sin motivos. 

Los medios compraron muy rápido el discurso de la Generalitat de los 1.000 heridos el 1 de octubre. Y es sorprendente que quienes ostentaban el poder en Madrid no hicieran más esfuerzos por contrarrestar esta campaña de desinformación indepe.

Dicen que hubo 1.000 heridos, pero la realidad es que al día siguiente solo había 2 personas ingresadas. Una a la que le había dado un infarto y el chico que perdió el ojo, que a su vez está imputado por lanzar presuntamente vallas a la policía.

Dicen que hubo violencia extrema, pero, ¿sabéis cuántos huesos rotos hubo? Cero patatero. La mayoría de visitas al hospital fueron por crisis de ansiedad.

Se me hace difícil pensar en violencia extrema y en 1.000 heridos habiendo solo 2 ingresados al día siguiente y sin un solo hueso roto. 

Necesitaban el discurso de la violencia para rematar el guion que estaban preparando, y nosotros se lo servimos en bandeja sin hacer el mínimo esfuerzo por demostrar que era falso.

Ya va siendo hora de cambiar de mentalidad, de que la gente pueda salir muy tranquila el 10 de noviembre a manifestarse con Jusapol, y ya va siendo hora de pensar que la violencia extrema que se ha ejercido los últimos meses ha sido psíquica y no física, y ha consistido en hacernos creer que éramos unos desgraciados, malnacidos, salvajes y torturadores.