Cuando un servidor hacía la mili en Mallorca allá por el paleolítico inferior, un suboficial nos dijo una mañana a sus muchachos que ya nos podíamos ir preparando para limpiar a conciencia las instalaciones del campamento y hasta sacar brillo a las hojas de los árboles, pues se acercaba la ceremonia iniciática de la Jura de Bandera y había que mostrar a las familias de los reclutas un entorno chachi o hasta cuqui, a ser posible. Nos pusimos a ello, aunque un servidor de ustedes acabó desfilando con un correaje algo podrido que daba la impresión de ir a desintegrarse en cualquier momento, cosa que daba igual, ya que a la distancia en que se encontraban los visitantes no había manera de detectarlo. Con desfilar marcialmente (el brazo a la altura del cogote del de delante, eso era fundamental), estábamos todos al cabo de la calle. Evidentemente, nada más volverse a casa los familiares de los reclutas, todo volvía a su natural estado de abandono y desidia: se trataba de una maniobra de cara a la galería y la guarrería podía volver a campar libremente por sus respetos en cuanto desaparecieran los intrusos.

Siempre había pensado que esas cosas no sucedían en la vida civil, pero acabo de darme cuenta de mi error: nuestra querida alcaldesa, Ada Colau, ha dado instrucciones de invertir un millón de euros en la limpieza de los puntos más sucios de Barcelona porque se acerca su particular Jura de Bandera, las elecciones municipales que se celebrarán el año que viene.

MANIOBRA ELECTORAL

La noticia, eso sí, llega justo después de otra que no es que le cree problemas a Ada, ya que todo lo que no le gusta oír le entra por una oreja, le sale por la otra y suele consistir en infundios de la derechona, pero suscita preguntas inevitables en el ciudadano medio: la caída de la inversión en la limpieza de la ciudad, que se calcula en unos treinta millones de euros durante los últimos años. Por mucho que los comunes insistan en que Barcelona está como una patena y hasta se pueden comer sopas en sus calles y callejones, la impresión de los barceloneses es que está todo tirando a sucio y que no se hace lo necesario para revertir la situación. Enterarse de que el ayuntamiento se ha ahorrado treinta millones en limpieza no es algo que tranquilice al ciudadano, precisamente. Y no es de extrañar que éste se pregunte a dónde han ido a parar los monises destinados en principio al adecentamiento urbano. Por no hablar de que gastarse un millón de euros en limpiar cuatro calles emite un tufo electoralista muy notable.

Jaume Collboni / LUIS MIGUEL AÑÓN (MA)

Jaume Collboni / LUIS MIGUEL AÑÓN (MA)

Consciente de que el barco de Ada empieza a hacer aguas, su socio de gobierno, Jaume Collboni, ha empezado, un poco tarde, a distanciarse de los comunes con un tema que a éstos les es muy querido: los okupas. Hace bien Collboni en marcar perfil propio en este tema, pero yo diría que se ha demorado en exceso a la hora de hacerlo (en vistas a convertirse en alcalde próximamente). Para echarle una mano (al cuello), Ada acaba de declarar que ha sido un socio leal con el que ha sido un gustazo trabajar, y la verdad es que el ciudadano medio no ha apreciado hasta ahora en el PSC la necesaria actitud levantisca que ayuda a diferenciarse del socio mayoritario y, tal vez, a imponerse en unas elecciones. Hablando en plata, el PSC ha tragado con todas las ideas de bombero de los comunes, y hasta hubo un momento en el que se dejó echar del consistorio por su supuesto apoyo a la aplicación del 155, para volver después dócilmente a él en cuanto Ada le levantó el castigo.

Bien está que Collboni se preocupe por los molestos okupas, colectivo muy estimado por los comunes del que no nos va a salvar Xavier Trias, el hombre que sobornó a los de Can Vies para tener la fiesta en paz. Pero estaría bien que dijera también algo sobre la suciedad ciudadana y el destino de esos treinta millones destinados a paliarla (dudo que estén en una caja fuerte, esperando el momento adecuado para recurrir a ellos). Desconvocada la huelga de basureros para la Mercé, Ada debe respirar tranquila, pero eso no quita para que nos dé una explicación razonable sobre la dramática caída de inversión en limpieza. A falta de eso, se saca un kilito de la manga para emprender su particular Operación Jura de Bandera, algo más bien pedestre que Collboni haría bien en denunciar (entre otras muchas cosas) si aspira a que los votantes lo vean como un ente autónomo y con personalidad propia que debe alejarse de los comunes como de la peste. Más que nada porque entre un socio leal (según la alcaldesa) y su jefe, hay pocos motivos para votar al socio leal, ¿no les parece?