Junqueras será candidato al Congreso por Barcelona. Con ello, ERC cada vez se parece más a una organización religiosa, de esas que se alejan de la razón para basarlo todo en la fe. Quizás por eso ha convertido a su líder, Oriol Junqueras, en una especie de Dios que, al modo cristiano, resulta ser uno y trino. Una sola persona, tres candidatos verdaderos: lo fue en las autonómicas, lo será por Barcelona en las generales y después, en las europeas. Nunca el partido se había parecido tanto a una secta, salvo en el periodo en el que lo encabezaron Àngel Colom y Pilar Rahola. Entonces, como tantas veces en la historia de la religión, la cosa acabó en cisma y ambos se fueron al PI (Partit per la Independència), para virar luego hacia CDC y sus sucedáneos. Y es que fuera del partido no hay salvación, que decía Vázquez Montalbán, parodiando a Cipriano de Cartago, un obispo católico del siglo III. Y se podría añadir: ni nómina.

No es el único signo eclesial que aparece en Esquerra. Ahí estuvo el gesto de Rufián hace año y medio hablando de las 155 monedas de plata, una paráfrasis de las 30 monedas que, supuestamente, habría cobrado Judas a cambio de entregar a su jefe de filas: Jesús de Nazaret. La cita era el correlato adecuado a la declaración de su propio jefe, Oriol Junqueras, explicando ante el juez que él nunca podría ser violento porque es católico. ¡Ni que la Inquisición hubiera sido cosa de los budistas!

La gracia de una religión como la cristiana es que ofrece lo que Umberto Eco llamaba un “discurso abierto”. Es decir, que puede ser interpretado como se quiera. Si uno se las quiere dar de pacifista en nombre de los Evangelios, se utiliza la cita de la otra mejilla. Pero si prefiere mostrar una actitud belicista e incluso violenta, al modo Vox, se emplea la historieta de los mercaderes del templo, expulsados del mismo por Jesús, látigo en mano. Lo mejor de todo es que la lectura de una parte no excluye la utilización de la otra. De ese modo, se puede ser pacifista y demócrata a la hora de comer (por cierto, la iglesia no es una democracia sino una jerarquía en la que el poder emana de Dios a través del papa y sus obispos), pero se deja de serlo si conviene, siempre al amparo de una cita evangélica, cuando llega el momento de la merienda.

Ahí está para demostrarlo el proyecto de Constitución de la República Catalana en la que se proponía prohibir todos los partidos que cuestionaran la existencia de Cataluña como un Estado independiente. Con una mano se escribe eso y con la otra se da uno (léase Junqueras) golpes en el pecho asegurando que es un demócrata de lágrima fácil.

Pero la triple elección de Junqueras tiene una segunda lectura: la falta de dirigentes de talla mínima en el partido. Nadie se acerca a la categoría del líder máximo. No será casualidad que el candidato a la alcaldía de Barcelona, Ernest Maragall, tuvieran que importarlo del PSC. Con estos mimbres, no es de extrañar que en torno a ERC haya no pocos moscardones que aspiran a un lugar al sol. Por ejemplo, Joan Josep Nuet, experto en fugas. Se fue del PSUC al PCC; de ICV a Esquerra Unida y ahora intenta que lo acoja alguien como ERC que puede ofrecerle un puesto remunerado hasta el momento de la jubilación. Por ejemplo, Albano Dante Fachin, otro cuya trayectoria de continuos cambios y abandonos invita a no tenerle confianza. Pero ellos no desesperan porque saben que en la casa del padre se acoge bien a los arrepentidos que, tras una vida de aventura juvenil en la izquierda real, están ahora dispuestos a refugiarse en la izquierda evangélica.

La triple elección de Junqueras refleja, además, un culto al líder que no es nuevo en la historia: Stalin, Tito, Mao y Jordi Pujol. Sí, salen cuatro, pero con las trinidades, las cuentas nunca salen exactas. También eran cuatro los tres mosqueteros. A Junqueras, que tiene ademanes de obispo, le toca en este caso el papel del cardenal Richelieu: antecesor del cardenal Mazarino, quien logró que lo que los independentistas llaman Catalunya Nord pasara en 1659 a formar parte de Francia. Hasta hoy y por los siglos de los siglos.

Amén.