El Gremi de la Restauració de Barcelona no está entusiasmado con las medidas del Ayuntamiento de Barcelona. En declaraciones a Metrópoli Abierta, su director, Roger Pallarols, manifestó: “En estos momentos tan delicados, necesitamos que el dinero esté en los bolsillos de los empresarios y esto solo se consigue suprimiendo tasas, tributos e impuestos. El Ayuntamiento tiene margen de maniobra”.

No puede tener más razón. La primera consecuencia de la crisis se va a visualizar en el recibo del agua que van a recibir los restauradores este mes. No han gastado agua, no han generado residuos, pero por la política de incluir tasas e impuestos municipales en el recibo del agua, los restauradores van a tener que pagar. Actualmente en el recibo se paga un 26% por el consumo de agua. O sea, se paga por lo que se gasta. El resto de la factura navega por la tasa de alcantarillado, la recogida de residuos, o el impuesto metropolitano de tratamiento de residuos. Así, un restaurador va a pagar un recibo este mes donde el 90% del importe no es agua: son impuestos. De hecho, en concepto de suministro pagarán el mínimo. ¿Por qué deben pagar el resto?

Ante esta crisis el Ayuntamiento moviliza recursos en forma de crédito, pero podría también movilizar estos recursos evitando el pago de impuestos sobre unos negocios que han estado cerrados, que no tienen ingresos y, sobre todo, que no han generado los residuos por los que ahora deben pagar.

El debate sobre si los impuestos de basuras o residuos deben estar vinculados al agua no es nuevo, pero ahora emerge de forma evidente con el coronavirus. Recientes informes, el último publicado por la Fundación de Estudios de Economía Aplicada esta misma semana, afirman que vincular las basuras y los residuos con el agua no es de recibo, valga la redundancia. Literalmente, el estudio dice que “el agua que se consume no tiene nada que ver con la generación de residuos”. Como gran logro, el gobierno municipal aplaza el nuevo impuesto sobre recogida de residuos previsto para julio, pero omite qué pasa con el actual. La respuesta es clara, el Ayuntamiento seguirá cobrando un impuesto que lo deja en evidencia y a los restauradores haciendo frente a un pago sobre un servicio -el suministro del agua- que no han consumido, que de hecho no pagarán, pero el recibo sí. Un recibo plagado de impuestos.

El coronavirus ha puesto el acento en una anomalía impositiva. Hace evidente que es irregular y que no se ajusta a la realidad. Es natural que los restauradores pongan el grito en el cielo. El Ayuntamiento dice que les va a ayudar, anunciando un plan a bombo y platillo, pero la realidad es que en una semana les dará la puntilla. El Ayuntamiento debería asumir el cobro de los impuestos por la vía directa y dejar de utilizar a la Sociedad General de Aguas de Barcelona como agente recaudador.