Como indica el título de esta columna, tengo la impresión de que ERC acaba de convertir a Ernest Maragall en un personaje de Robert Musil. Con el cambio de cromos entre los republicanos y los comunes, el Tete se ha visto obligado a dejar de oponerse a los presupuestos municipales para el año que viene y a abstenerse en la votación para que se aprueben. La jugarreta que le ha hecho su propio partido es de campeonato. Ayer era el jefe de la oposición en Barcelona y ahora es una comparsa de Ada Colau. La cosa es para cabrearse, y parece que el Tete está que trina y hasta le está dando vueltas a la idea de irse dando un portazo, cosa que, a su edad, tendría una cierta lógica, sino fuese porque le gusta mucho figurar y compararse con Joe Biden, quien, al igual que él, está hecho un chaval.

Yo no sé si el Tete consideraba realmente que los presupuestos de Colau eran un asco o si adoptaba la posición que adoptaba para marcar el territorio y darse aires. A fin de cuentas, el Tete, sociata reciclado en indepe de la noche a la mañana, es como Groucho Marx: tiene unos principios, pero si no nos gustan, se saca otros de la manga. Eso sí, como posible sustituto de Colau, la jugada/doblete de su jefe de filas lo ha dejado en una posición muy poco airosa, al verse obligado a decir que sí (o, más bien, que bueno, vale) a lo que hasta hace dos días decía que no. Por el mismo precio, ERC le ha hecho ver que no es el caudillo providencial llamado a llevar a nuestra ciudad de camino a Ítaca, sino un simple peón de un tablero que no controla. La cosa, ciertamente, es como para rebotarse. ¿Quién va a votar a alguien prescindible para su propio partido, a cuya disciplina se apunta, aunque sea refunfuñando?

Este sería un buen momento para que Jaume Collboni marcara perfil propio y se pusiera a trabajar en serio para su candidatura a las próximas elecciones municipales. No sé si ganaría algo saliéndose del gobierno municipal, aunque sería una justa venganza por la expulsión que sufrió hace un tiempo a manos de Colau por su teórica colaboración en la aplicación del 155. Pero seguro que no avanza en su (supuesta) carrera a la alcaldía de la ciudad quedándose de comparsa en la actual administración, donde no ha sido capaz ni de batallar un poco por esa estatua dedicada al Quijote que el ayuntamiento ha rechazado no se sabe muy bien por qué, consiguiendo que Miquel Iceta califique el feo a don Miguel como “una catetada”. Tampoco estaría mal que se definiera con respecto a la comisaría de la policía nacional en Vía Laietana, sobre todo porque ERC, vía Rufián, ha conseguido eliminar de los presupuestos del estado las obras de restauración previstas para el hábitat de nuestros maderos (ya que no nos sale, de momento, lo del centro de memoria histórica, contribuyamos a convertir la jefatura en un hábitat hostil y con goteras al que, con un poco de suerte, le podemos anular la calefacción y hasta cortarle la luz y obligar a los polis a trabajar a la luz de las velas, que es más sostenible).

Francamente, no sé a qué espera el señor Collboni para hacerse notar un poco en vistas a que el partido de sus entretelas recupere la alcaldía de Barcelona. Nunca lo tendrá mejor que ahora. Con Ada en franco proceso de decadencia y el Tete emasculado por sus propios jefes, éste sería el momento adecuado para que Collboni marcara perfil propio y se pusiera a explicarnos a los barceloneses qué ideas tiene en la cabeza para el futuro de nuestra ciudad. Si es que tiene alguna, claro, lo que también está por ver.