Es el único proyecto con nombre y apellidos previsto para Barcelona, desde hace más de una década, que así está el patio. Por eso se llenan tanto la boca con el Hermitage esto y el Hermitage lo otro. Pero, por mucho que digan e insistan, lo que quieren construir en Barcelona será un museo de segunda fila donde, con suerte, se expondrán los restos de serie del Museo del Hermitage.

Como llamar a las cosas por su nombre vende poco, ahora dicen que será un hub, pero no sé muy bien qué es un hub y, quien lo sepa sin buscar en Google, que levante la mano y lo explique sin titubear. Es una de esas palabras modernas que no significa nada. Una pista será que, en un manifiesto a favor del negocio, se define como (cito) "un polo cultural acompañado de un proyecto artístico para convertir la Barceloneta en un centro de pensamiento, reflexión y arte emergente, con el propósito de establecer vínculos con universidades, centros de arte y otros equipamientos culturales de la ciudad". Vale.

Es que soy escéptico, tengo una edad y ya no me creo nada. Ojo, que no estoy en contra de que se abra el hub o lo que sea. Ocurre que, además de escéptico, soy receloso. Leo en una misma frase "inversores rusos" y "Convergència" (o cualquiera de sus sinónimos) y me da urticaria. Otra: ¿cuánto costará el hub al erario público? Ya sabemos cómo funciona esto: si gana dinero, no veremos un duro; si no lo gana, el erario público se comerá las pérdidas con patatas, porque nos quedaremos con un edificio muy bonito y sin saber qué hacer con él. Eso ya nos pasó con el Fòrum, ¿recuerdan? Más: la cifra de visitantes que tienen prevista parece más propia de una discoteca que de un museo… perdón, un hub. Etcétera.

Se construirá, ya lo verán, porque no hay nada más en perspectiva. Qué triste. Será como la Sagrada Família, que ya no es ni templo expiatorio ni maravilla arquitectónica, sino Disneyland Barcelona.

El asunto del Hermitage es el síntoma de un grave problema. A ver, si quieren invertir en eso, que inviertan, pero que no nos vendan la moto. Ocurre que perdemos las formas detrás de unos inversores rusos y un hub para cruceristas y los museos de la ciudad se están muriendo de asco, parte de nuestro patrimonio urbano resta abandonado y se cae a trozos y el sector cultural se enfrenta a una durísima crisis completamente desamparado, y ése es el problema.

La cultura en Barcelona está bajo mínimos. Ya no somos una ciudad de referencia en literatura, cine, artes escénicas, artes plásticas o arquitectura; ahora somos una irrelevante ciudad de provincias que malvive de las rentas del pasado. El Liceu ha perdido muchos enteros; uno de los mejores museos de España, el MNAC, tiene un presupuesto que da pena verlo; el resto de los museos de Barcelona no están mejor, que entre todos no suman ni para comprar papel de váter. Pero, oye, que ponemos un hub.

La idea institucional de la cultura se mueve entre quienes promocionan folclore del rancio, el Institut Nova Història y un tres por ciento para gastos y los que creen que la cultura es un grupo de percusionistas tocando bongos y timbales en una rúa popular. Luego está la sociedad civil, que no es ni la eclesiástica ni la militar, y nos llenamos la boca con ella. Pues sepan que la burguesía que tenemos ahora es una birria de burguesía, nada que ver con la de hace un siglo. ¿Mecenazgo de las artes y las ciencias? Para qué, si tenemos fútbol.

¿Soy un aguafiestas? Sí, lo admito, pero mi penitencia será una propuesta que satisfará a todos, pondrá a Barcelona de nuevo en el mapa y nos llenará de alegría y parné. ¿Por qué levantar el hub del Hermitage en el puerto si tenemos un edificio tan a propósito y tan desaprovechado como la Gran Mona de Pascua, más conocida como la Sagrada Família, justo en medio de la ciudad? Matamos dos pájaros de un tiro. Yo lo pensaría.