Barcelona fue, durante años, la capital de la edición en lengua castellana, quizás por ello disponía de un número abundante de librerías más que aceptables, sobre todo teniendo en cuenta que imperaba la censura. Tras la llegada de la democracia (que siempre es imperfecta porque siempre puede perfeccionarse) al amparo de la biología que acabó con la dictadura, la actividad cultural siguió siendo importante. No era París ni Londres, entre otras cosas porque nunca lo ha sido. Aún así, en los primeros setenta se podía acudir a cinco buenas librerías situadas en los aledaños de la Universidad: Bosch, Bastinos, en la ronda de la Universidad; La casa del libro, en Vergara; El hogar del libro, en la ronda de Sant Pere, y Herder, en la calle de Balmes. Sólo dos de ellas sobreviven, bien es verdad que La casa del libro, ampliada y mejorada. Herder, por su parte, se ha transformado en Alibris, y sigue ofreciendo una buena muestra de fondos y la mejor selección de filología.

Muy cerca de las actuales instalaciones de la Casa del Libro de paseo de Gracia había antes otras tres librerías interesantes. La más pequeña, pero también la más innovadora, era Leteradura. Hay quien sostiene que tuvo que cerrar porque allí se robaba mucho y bien, dado que sus gestores eran muy reticentes a llamar a la policía. Un poco más arriba estaban la Librería Francesa y el Drugstore. Si la primera ofrecía una amplísima gama de libros (también revistas) de importación, la segunda ofrecía un poco de todo y era, además, un lugar bullicioso y amistoso. En ella trabajó, cuenta la leyenda, el crítico y buen lector J. Ernesto Ayala Dip. Las tres están cerradas.

Al llegar a la Diagonal había otros dos lugares a visitar; Áncora y Delfín y la Cinc d’Oros. Cerradas también.

El cierre se llevó además por delante las instalaciones que el grupo Prisa abrió en su día en Consell de Cent, entre paseo de Gracia y Rambla de Cataluña.

Algo tendrá que ver con tanta defunción el sistema de distribución que, con frecuencia, deja los libros en préstamo durante un tiempo y sin obligación de pagar si se devuelven. Porque los libros no son frutas de temporada, más bien se parecen a los vinos, que ganan con el tiempo. Por otra parte, el comprador-lector no siempre busca novedades. Después de todo, los buenos libros se sitúan casi siempre en el cruce entre la innovación y la tradición, de modo que la lectura de una novedad puede incitar a la lectura (o relectura) de un volumen anterior.

No todo ha sido, sin embargo, desolación. Desde entonces han nacido la Central y Laie, dos librerías excelentes y con amplios muestrarios de novedades y ediciones menos nuevas.

Ahora ha abierto (en la calle Casanova) otra librería: Byron, un nombre romántico para un gesto romántico. Ahí es nada abrir una librería cuando ya nadie da dos duros por la edición en papel. Aunque, como decía el clásico (no importa cual), bien puede decirse a los agoreros: “los muertos que vos matáis, gozan de buena salud”.

Todas estas nuevas (hasta cierto punto) instalaciones ofrecen amplios anaqueles donde consultar los libros, más allá de la tétrica costumbre de envolverlos en plástico, matando la curiosidad del lector que gusta de echar un vistazo al índice, las bibliografías y las notas.

Byron ofrece, además de libros a consultar antes de comprar, espacio para presentaciones, igual que Alibris, La Casa del Libro y la Central. También la posibilidad de sentarse (al amor de la lumbre en forma de hogar), tomar un café, charlar un rato.

Barcelona tuvo, años ha, una librería que era también un bar o un bar que era librería: Cristal, junto a la plaza Molina. Además de la planta baja, disponía de un altillo muy frecuentado por los amantes de los libros y también por algunos que tenían otros amores. Sabedor de ello, el camarero subía las escaleras apoyando los pies con fuerza a modo de advertencia.

Ante la osadía de Byron sólo cabe un deseo: que tenga larga vida y que nunca haya que escribir de ella el epitafio que Goethe dedicó al poeta inglés tras su muerte en Grecia: “Descansa en paz, amigo mío; tu corazón y tu vida han sido grandes y hermosos”.