Barcelona está tocada. El debate identitario todavía solapa los conflictos reales de una ciudad inmersa en un periodo de turbulencias por el proceso soberanista y la nefasta gestión de Ada Colau, una activista disfrazada de alcaldesa que engañó a todo el mundo con sus propuestas para solucionar el problema de la vivienda. Hoy, Barcelona está mucho peor que hace cuatro años, con graves problemas de convivencia y castigada por los 500 delitos diarios que se cometen en sus 10 distritos. Su futura gobernabilidad, con un consistorio muy fragmentado, es un misterio, pero los síntomas son preocupantes. 

El debate de TV3, poco decisivo, retrató las tensiones de los últimos meses. En los primeros 50 minutos, los candidatos a la alcaldía de Barcelona apenas hablaron de las necesidades de la ciudad. No hubo propuestas sobre vivienda, ni recetas para mejorar la seguridad ni modelos confrontados. Los reproches fueron constantes entre los candidatos constitucionalistas y los independentistas, que contaron con la complicidad de Colau. Los hechos del 1 de octubre de 2017 y la posterior aplicación del artículo 155 de la Constitución retrasaron el auténtico debate sobre los futuros retos de Barcelona.

Maragall y Colau, los grandes favoritos (por este orden) según los sondeos, estuvieron bastante comedidos. Mucho más desenfadados comenzaron Bou, Valls y Collboni, persistente con su mensaje de que el PSC ganará las elecciones del 26 de mayo. Collboni se desmarcó de posibles pactos con Colau y/o Maragall, y se enzarzó en una refriega nada casual con Valls en su lucha por el voto útil no independentista. Artadi (minimizó sus reproches a Maragall) tuvo menos chispa que en el debate de Betevé y Saliente asumió su papel de comparsa.

Colau resistió los ataques por su incapacidad para solucionar los problemas de la vivienda, pero sufrió cuando se abordó el problema de la seguridad en Barcelona. Valls, ex ministro de Interior de Francia, se mostró convincente en esta materia, con un discurso nada partidista, y Collboni presumió del fichaje de Albert Batlle, ex director de los Mossos d'Esquadra antes de repartir estopa a la actual alcaldesa y Valls, atacados también por Maragall y Artadi.

El capítulo sobre la emergencia climática tuvo un desarrollo más sosegado, con propuestas distintas pero no antagónicas, asumiendo todos los candidatos que Barcelona necesita un plan de choque para frenar los daños provocados por la contaminación. Más discusión hubo en el bloque sobre las desigualdades sociales y el futuro del turismo, un sector, con muchas aristas, muy castigado por la visión distorsionada y hostil del último gobierno municipal. Con Colau, Barcelona ha tocado fondo, pero el futuro pinta negro.