El estadio del FC Barcelona, desde su construcción, ha representado un monumento muy popular para los habitantes de nuestra ciudad. Un proyecto de los arquitectos Francesc Mitjans, Josep Soteras y Lorenzo García Barbón, una construcción realizada, entre los años 1954 y 1957, en hormigón armado, de 28.000 metros cuadrados y que en su día se proyectó para 150.000 espectadores, aunque en una primera fase solo se realizó para 100.000, de los cuales únicamente 43.000 disponían de asiento. Un estadio que durante todos estos años, pese a ser único en su diseño, con el tiempo se ha vuelto obsoleto.

Hay que recordar que en el actual estadio, a diferencia de otras instalaciones de equipos internacionales, cuando llueve, unas 60.000 personas se mojan. Un déficit que conjuntamente con la mala visibilidad de la primera gradería y la carencia casi total de medidas de eficiencia energética y sostenibilidad ambiental, así como una inadecuada adaptación al tejido urbanístico del barrio en el cual se ubica, hacen de este estadio una edificación poco eficiente. Por no decir también, entre otras carencias, del escaso dimensionado de las plazas de aparcamiento necesarias para este tipo de instalaciones. Unas inquietudes que ya desde la época de Núñez hasta Bartomeu se ha ido plasmando con diferentes iniciativas.

La realidad es que, gane quien gane las elecciones actuales a la Presidencia del Barça, va a tener que acometer las consecuencias de un estadio que ha sufrido con el paso de los años. En este aspecto han aparecido ya, algunas propuestas de los candidatos que pasan desde derribar el estadio para poder acometer la construcción de uno nuevo, hasta los que proponen una línea de continuidad con el proyecto Nikken Sekkei ganador del concurso refrendado en la época de Bartomeu en el año 2014. Y finalmente, otra propuesta que esgrime la recuperación del proyecto de Norman Foster del año 2007.

Es obvio que el actual estadio no está en su mejor momento. Según declaró Carles Tusquets, el actual Presidente de la Junta Gestora, la estructura no está en buenas condiciones y hace prioritario su remodelación, porque sufre diversas patologías derivadas de la edad del edificio y que hacen apremiante su intervención. Una intervención que pasará, sin lugar a dudas, por la consolidación del estadio actual, dado que está catalogado como Bien de Interés Urbanístico y esto excluye su posible derribo.

Nos tendríamos que preguntar, si desde el proyecto del arquitecto Norman Foster de la mano en su día el presidente Laporta, hasta el último proyecto del equipo Nikken Sekkei, se han modificado las condiciones que hacían imperiosa su remodelación. Porque si no es así, en la medida que va pasando el tiempo los costes van aumentando y en consecuencia, a mayor coste, mayor problema de financiación, sobre todo en el contexto actual con las dificultades económicas que pueda estar pasando el club. Unas obras que ya sobrepasan los 700 millones de euros.

Bajo la idea de un pragmatismo económico, se tendría que pensar en una remodelación que solventara los problemas que tiene el estadio, bajo una premisa eficiente en cuanto a costes. Y esto determinará la hoja de ruta a seguir. Indiscutiblemente, el proyecto tendrá que acometer una nueva imagen con una nueva piel, una propuesta que tendría que conservar la obra de Mitjans, Soteras y García Barbón. En este supuesto y sin desvirtuar el actual estadio, habrá que incorporar un nuevo sistema eficaz de núcleos de comunicación vertical. Del mismo modo se hará necesario la remodelación de la primera grada, así como una ampliación en superficie donde está ubicada la tercera grada. Todo ello, incorporando las nuevas técnicas actuales para convertir el estadio en un edificio tecnológicamente avanzado, tanto constructivamente como medioambientalmente. Si miramos atrás, podríamos aprender algo del famoso Coliseo de Roma, cuando en el año 80 antes de Cristo hace 2.100 años, se construyó lo que sería uno de los iconos más conocidos y representativos para gloria de la ciudad. Un anfiteatro de 188 metros de largo, con capacidad para 50.000 espectadores, que curiosamente gracias a su sistema de pasillos y núcleos de comunicación y evacuación, desalojaba su aforo en solo tres minutos. Una fantástica construcción, que tardó ocho años en levantarse y que sería el anfiteatro más grande jamás construido, y que identificaría Roma como la capital del mundo. 

El estadio del FC Barcelona es una de las joyas de la arquitectura de la ciudad, y su remodelación tiene que necesariamente contribuir también a que siga siéndolo. Un referente deportivo que sitúa Barcelona como una urbe cosmopolita deportiva y ciudadana, que hace de este edificio ser algo más que un contenedor de actividades deportivas, para convertirse principalmente en un emblema popular e icónico de la ciudad. Ciertamente, esta es una premisa que sin duda la nueva junta que surja de las elecciones, tendrá que asumir.