La historia medieval de Cataluña inspira a los poetas y arquitectos modernistas catalanes porque la corona de Aragón fue una gran potencia entonces. Llegó a dominar gran parte del Mediterráneo occidental y extendió sus dominios, almogávares mediante, hasta la misma Grecia. Pero en el siglo XV se inició una decadencia tal de Cataluña que no volvimos a levantar cabeza hasta el primer cuarto del siglo XVIII. Eso explica por qué son tan raras las manifestaciones del Renacimiento en Cataluña. La primera gran fachada renacentista catalana, y casi diría que la única que merece tal nombre, la levantó Pere Blai, maestro de obras, en 1596, un poco tarde ya. Es la fachada principal del edificio de la Generalitat de Catalunya, la que da a la plaza de Sant Jaume.

Ahora hablan mucho de su interés histórico y artístico porque hace unos días lanzaron unos globos llenos de pintura y sangre contra esa fachada. Los responsables protestaban por la (falta de) política del Govern, que condena al gremio de la hostelería y la restauración a un verdadero calvario. Pocos sobrevivirán.

Maldita la gracia, me dije cuando me enteré de la noticia. Una fachada renacentista que tenemos y mira tú. Que no digo que esté bien, pero puestos a arrojar pinturas, que las arrojen sobre las personas responsables de tan mala gestión y no sobre los bienes públicos, y menos si son parte del patrimonio cultural español. Que luego ese daño lo pagamos todos. Pero lo mejor será que nadie arroje nada a nadie ni a nada, que no puede salir nada bueno de todo eso. Lástima que lo de hablar, escuchar y razonar se ha perdido por falta de uso.

Faltó tiempo para que los fascistas catalanes, que los hay, señalaran a quienes arrojaron esas pinturas contra el símbolo patrio. Eran propietarios y empleados de un restaurante de L’Hospitalet de Llobregat. Con nocturnidad y alevosía, decoraron su fachada con lemas fascistas como (copio) Torna al teu país, Puto nyordo, DCat (creo que significa Defensem Catalunya) y 33. Lo del 33 es muy feo, porque es a imitación del 88 de los neonazis. La hache es la octava letra y 88 significa Heil Hitler!; la ce es la tercera letra y 33 sería Catalunya Catalana! Menuda gentuza. Si vivieran los hermanos Badía, seguro que desfilarían con las camisas pardas y pegarían a los anarquistas, por charnegos.

No está bien lo que hicieron los del restaurante, claro que no, pero estaban desesperados y acarician la ruina. Como miles y miles de familias que dependen de sus pequeños negocios para vivir y contemplan con pasmo y no poco miedo la caótica e inepta gestión de la Generalitat de Catalunya y algunas medidas impositivas del Ayuntamiento de Barcelona.

Hace unos días, la Generalitat publicó una ayuda para 10.000 autónomos, a 2.000 por cabeza. La distribución seguiría el método de quien llega primero, se lo lleva, vía telemática. El primer día, se colgó el servidor. El segundo día, mientras el consejero Puigneró presumía en público del alto nivel de digitalización de la administración catalana, volvió a colgarse. Las ayudas se agotaron en un pispás mientras los consejeros de ERC y JxCat se arrojaban las culpas los unos a los otros.

El enfado entre los autónomos es mayúsculo. ¿Nadie había previsto que hubiera tanta gente necesitada de alguna ayuda, hombres de Dios? Con diez mil ayudas no hay ni para empezar. ¿Pero qué clase de inútiles nos gobierna? ¿Y no se les ocurre otra manera de repartir ayudas? Así, al primero que llega, tonto el último.

¿Saben qué ocurre? Hasta hace unos días, uno podía acudir a los mandamases en la sombra. ¿Problemas con las residencias de ancianos, que se nos mueren todos? ¿Necesitas incrementar un 50% el número de alumnos por clase en una escuela de educación especial, saltándote la ley? ¿Te gustaría recalificar unos terrenos para hacer negocio y no puedes? ¿Quisieras cobrar una comisión por cada prueba diagnóstica que compre la Generalitat? ¿El director de la televisión pública reduce el total de horas por semana que te dejan predicar a gritos? ¡Tranquilos! Eso lo arreglo yo con una llamada y me llevo una tajada por la gestión, como es la costumbre.

Pero claro, los han pillado y ahora... ¿A quién llamo?