El Gobierno catalán ignora la ciudad de Barcelona. Es un hecho antiguo. El carlismo siempre ha sido rural y tradicionalista y ha mirado con desconfianza hacia la ciudad, industrial y progresista. Lo hicieron los carlistas del XIX y los del XX y lo están haciendo los del XXI. Si se prefieren nombres, Jordi Pujol, Artur Mas y Quim Torra, aunque al último no se le tenga en cuenta porque un desprecio más no importa. Si se quieren pruebas, basta con analizar la última encuesta del CEO. Las elecciones municipales ni siquiera existen. Quien quiera saber algo de la batalla de Barcelona, que acuda a la prensa privada. O al CIS.

 

Hace algunos años Art Buchwald, un comentarista político del Washington Post, escribió un irónico artículo sobre la función de las encuestas. Imaginaba que habían mejorado tanto que los gobiernos habían decidido que ya se podían suprimir las elecciones y el gasto que comportaban: bastaban los sondeos. Entonces los comunistas –se suponía que eran muy sagaces– descubrieron quiénes iban a ser encuestados y los suplantaron. Cuando el Ejecutivo vio que las encuestas les daban ganadores, decidió volver al viejo sistema de las urnas y los votos.

Aquí eso no pasa. De tomarse en serio las declaraciones de los políticos, nadie cree en las encuestas (salvo que los resultados les den para sacar pecho). Especialmente críticos fueron muchos, hace unas semanas, con la del CIS previa a las generales del 28 de abril. Luego, casualidad o no, fue la que más se acercó a los resultados definitivos. Ahora, los entonces críticos han optado por cerrar la boca.

El Gobierno catalán quiso en su día montarse un CIS específico, llamado CEO (Centre d’Estudis d’Opinió). Normalmente no se le da caña, tal vez porque inspira poca confianza. En Cataluña hay un Parlamento de la señorita Pepys del que sale un gobierno que no se reconoce a sí mismo (salvo a la hora de cobrar). El CEO surgido de tales instituciones es, pues, un CIS de chichinabo.

Algunos datos: el CIS encuesta en Cataluña un total de 2.110 personas. El CEO se queda en menos de la mitad: exactamente mil. En la provincia de Barcelona, poco más de 700. Por comparar: la última encuesta de La Vanguardia sobre sólo la ciudad de Barcelona se hizo sobre una muestra de 1.056 votantes potenciales. En el CEO, el número de encuestados en la circunscripción de Lleida es de 56. El resultado es que el margen de error que el CEO reconoce para sus datos es del 3,59 % en Barcelona, pero ronda o supera el 10 % en el resto de provincias.

Probablemente por eso en el último sondeo (por llamarle de algún modo), hecho días previos a las elecciones municipales, no hay pregunta alguna sobre Barcelona ni otros municipios.

Eso sí, hay preguntas esotéricas. Por ejemplo, qué grado de “catalanismo” se atribuyen los encuestados. Qué sea el catalanismo no hay modo de saberlo. Puede ir desde entender el catalán hasta querer la independencia del Principado o su asimilación a Andorra. En plan familia Pujol.

Se pregunta por el tipo de organización territorial que debiera tener Cataluña. Optan por un estado independiente el 35,4 %. El 29,4 % prefiere ser “un Estado en una España federal”, dejando también a la interpretación qué pueda significar una cosa así. Puestos a ser precisos, sería más ajustado proponer un Estado en una España confederal, que se aproxima al modelo de los Comunes. Pero los encuestadores trabajan para Torra. Como él, no tienen por qué saber de política.

No deja de llamar la atención la pregunta sobre qué elecciones son las más importantes. Los encuestados responden que son las del Congreso de Diputados, seguidas de las autonómicas; las municipales, en cambio, sólo le parecen importantes al 12 % de la población, cifra que cae al 5,7 % para las europeas. El Senado ni sale.

Dado que las europeas son las menos importantes, la encuesta incluye preguntas sobre la intención de voto en las mismas. No es de extrañar que los partidos hagan sus propios estudios y los municipios grandes también. Del CEO sólo debe de fiarse Joaquim Torra y a condición de que se lo autorice el huido.