Eratóstenes, dos siglos antes de Cristo, calculó la circunferencia de la Tierra con la ayuda de un palito. Sabía que en el solsticio de verano, a mediodía, en Asuán los objetos no producían sombra alguna. Así que puso un palito vertical en un patio de Alejandría el día del solsticio y midió la sombra a mediodía. Como conocía la distancia entre Asuán y Alejandría y tenía el ángulo de la inclinación del sol aquí y allá, pudo calcular la circunferencia de la Tierra sin calculadora ni nada, y acertó con sorprendente precisión, equivocándose en menos de un 1 %.

Digo esto porque a finales de mes los terraplanistas se vuelven a reunir en Barcelona, por segunda vez este año. Defienden una singular teoría: «Emosido engañado, porque la Tierra no es una pelota». Presentan el «Evento Tierra Plana» y uno no sabe qué pensar. Por un lado, me da que hay mucho sinvergüenza que hace del terraplanismo un sacaperras. Por el otro, me asombra la cantidad de papanatas que se suman a la broma y se la creen.

Lo mismo puede decirse de la teoría de los alienígenas ancestrales, que no paran de salir por la televisión sosteniendo que los egipcios eran tontos del culo, y perdonen ustedes. Digo esto porque uno imagina que bajan los extraterrestres y preguntan a los egipcios: «¿Qué queréis que os demos? ¿Una curación contra las enfermedades que os abruman? ¿Una tecnología capaz de aliviar vuestros trabajos?», a lo que los egipcios responden: «¡Pirámides! ¡Queremos pirámides!». Pues ¡toma pirámides!

Nos reímos mucho y decimos que estas tonterías vienen del extranjero, pero habitan entre nosotros teóricos de lo absurdo que hacen mucho ruido y cuentan con muchos adeptos. Lo más semejante al terraplanismo y a los alienígenas ancestrales en Cataluña lo tenemos en el Institut Nova Història (INH), cuyas teorías no tienen desperdicio alguno en materia de esperpento, ni nada que envidiar a alienigenistas o terraplanistas. Si no saben qué absurdas teorías históricas defiende esta tropa, búsquenlas y verán.

El caso es que el INH cuenta con el beneplácito a veces implícito y con frecuencia explícito del procesismo más amarillo, al que hace muy feliz la idea de que un catalán pintó la Gioconda, escribió el Quijote, descubrió América o diseñó la bandera de los Estados Unidos de América. Que esto no sea mundialmente reconocido es culpa de la perfidia de los españoles, que son malos malísimos, aseguran. De nuevo, «Emosido engañado». En sus disparatadas conferencias cuentan entre el público con un sinnúmero de «intelectuales» y políticos y la radiotelevisión pública les dedica mucha atención, pero no en plan de guasa, sino con la mayor seriedad. No les extrañe que grupos de historiadores de verdad, de verdad de la buena, hayan pedido varias veces recibir por lo menos tanta atención como el INH, que la cosa está muy mal y no hay derecho, hombre.

Porque les diré que el apoyo público a las cosas de la ciencia y las humanidades está bajo mínimos. El presupuesto que dedica la Generalitat a Cultura es de 314 millones de euros y el que dedica a I+D+i (investigación, desarrollo e innovación), de 262 millones; ambos un 35 o un 47 % inferior al presupuesto de hace diez años. Señalo que el presupuesto consolidado de TV3 y CatRàdio es más alto que el de Cultura o el de I+D+i, pues asciende a 326 millones de euros, euro arriba, euro abajo. Es justo y necesario dejar constancia de que el Govern considera más necesario invertir en programas donde sale Pilar Rahola gritando que en ciencia o cultura.

Añado lo siguiente por el puro placer de llamar la atención: el presupuesto ordinario del F.C. Barcelona es superior a los 960 millones de euros. Sin temor a equivocarme, me la jugaría a que el último fichaje del Barça ha costado más que todo el presupuesto en investigación científica del Govern. Si a una sociedad le sobra el parné, que lo gaste en lo que quiera; pero si no está sobrada y prefiere gastarse sus dineros en un tipo que va dándole patadas a un balón en calzoncillos en vez de gastárselo en investigación médica, entonces no sé qué decirles. Quizá se merezca vivir en una Tierra plana, de color amarillo, colonizada por alienígenas ancestrales que, cómo no, eran todos catalanes.