Gaston Lagaffe es un personaje de cómic creado en los años sesenta por el (difunto) dibujante francés Franquin que se distinguía, como indicaba su nombre, por una torpeza inverosímil que solía propiciar grandes catástrofes (creo recordar que en España se tradujo como Gastón el Gafe, aunque el término galo gaffe equivale a lo que aquí llamamos metedura de pata). En el mundo real también hay gente como Gastón, y en Barcelona, lo más parecido al personaje de Franquin es el concejal de los comunes Eloi Badia, que suele salir en la prensa por sus salidas de pata de banco, generalmente enfocadas hacia el supuesto bienestar del ciudadano, pero que acostumbran a parecerse a los proverbiales tiros que salen por la culata. Badia es un hombre que no para de tener ideas para salvarnos de nosotros mismos: recordemos su batalla contra Agbar, o su funeraria al alcance de todos los bolsillos. Hace poco le buscaban las cosquillas por una incineradora que poluciona que es un contento, cuando se supone que a los comunes les sangra el corazón ante la progresiva suciedad del medio ambiente. Ahora, nuestro héroe vuelve a estar en el candelero por los nuevos contenedores de basuras: parece que éstos no han traído mucha alegría a los usuarios, que los encuentran más pequeños que los anteriores, de una accesibilidad discutible y de una colocación en las calles que deja mucho que desear. Los basureros de Barcelona, por su parte, anuncian una huelga para la última semana de abril…

Como usuario de los nuevos contenedores, debo decir que resultan algo más complicados de abrir, que la entrada (de los desperdicios) es algo más angosta de lo que sería deseable y que, diga lo que diga el ayuntamiento, parecen más pequeños que los anteriores. Pese a todo, no me parece que esta nueva gaffe de Gastón Badia dé para un casus belli, pues no pasa de simple chapucilla. Lo que a mí me sigue causando estupor es la manera en que nuestro querido ayuntamiento distribuye los contenedores por las esquinas de la ciudad. Yo diría que lo ideal sería que en la esquina elegida estuvieran representados todos los modelos de contenedor que el buen vecino reciclador necesita para contribuir al progreso en la gestión de los residuos de su ciudad. Puede que eso ocurra en ciertas esquinas de Barcelona, pero nunca he asistido a tal prodigio en mi barrio (el Eixample). En mi barrio, según puedo comprobar desde hace años, siempre falta uno u otro contenedor. Pongamos que has salido a la calle con dos bolsas. En una llevas la basura y en la otra los periódicos acumulados de las últimas dos semanas. Si encuentras el contenedor de la basura, el del papel brilla por su ausencia. O viceversa. Así pues, te quedas con una bolsa en la mano y procedes a un examen visual de tu entorno. A veces tienes suerte y el contenedor que te falta está en la acera de enfrente, o lo divisas en la siguiente esquina. Pero a menudo no aparece por ninguna parte y te ves obligado a peregrinar por el barrio con tu basura o tus diarios viejos, hasta que la aparición del contenedor anhelado adquiere caracteres de epifanía. Y una vez has logrado tu objetivo, te preguntas de nuevo: “¿Por qué lo hacen?” (si no te has levantado muy sostenible, es posible que hayas dejado la bolsa que te sobra junto al contenedor que no es, habitualmente animado por los restos que otros conciudadanos han dejado antes que tú al encontrarse en la misma situación).

Esta situación hace años que dura y nunca he conseguido entenderla. Yo diría que es anterior a la discutible gestión de Gastón Badia, pero es evidente que éste no ha contribuido mucho a arreglarla. La concentración de TODOS los modelos de contenedor en una misma esquina es algo que se le puede ocurrir a CUALQUIERA, a no ser que se pretenda fomentar los paseos del ciudadano por su barrio cargando con una bolsa de desperdicios. Igual es eso. Igual Gastón ha descubierto que no camino lo suficiente, pese a mi condición de infartado (hace más de cinco años), y se ha propuesto echarme una mano por el bien de mi salud. Debe ser eso. A fin de cuentas, el principal objetivo de los comunes es salvarnos de nosotros mismos, ¿no?