De la ciudad no quieren hablar. Manuel Valls está empecinado en centrar su campaña en el escenario del independentismo, su única manera de consolidar un buen resultado y poder jugar la última partida. No lo tiene fácil. Josep Bou, el candidato del PP, juega en el mismo campo y a la misma hora. Ambos quieren evitar que las elecciones municipales sean, eso, municipales. En este ámbito también se mueve la alcaldesa Colau y sus lesionados Comunes que llegan al final de la legislatura hechos jirones. Colau se crece en el juicio del 1-O, pero es incapaz de presentar una gestión mínimamente digna en la Ciudad Condal.

La alcaldesa, ante las continuas pifias, quiere aparecer como el elemento necesario para buscar una salida al paralítico embrollo en el que está sumido el país. A este grupo, se apuntan con entusiasmo los “chicos de Graupera” dispuestos a ser los enfants terribles en estas elecciones. No tienen ni idea de la ciudad por mucho que la menten, y se afanan en ser los únicos, los pura sangre, del independentismo. En esta línea está lo que queda del PDeCAT, Junts per Catalunya, la Crida o como ustedes quieren llamarlo. Que si Joaquim Forn, que si Elsa Artadi, que si que sé yo, andan en su lío para hacer una candidatura. No para Barcelona, sino para intentar coser los descosidos de los múltiples remiendos que llevan encima. Del solitario Ferran Mascarell ni hablamos. No merece la pena perder el tiempo. O se va con el rabo entre las piernas o le harán un hueco los “puigdemoniacos”.

Sólo Ernest Maragall, el “joven valor” de ERC, y Jaume Collboni, del PSC, quieren centrar el debate en las necesidades de la ciudad. Collboni remonta en las encuestas después de picar piedra durante cuatro años bajo los desprecios de Colau y el abandono de los suyos. Maragall quiere reeditar su apellido al frente de la alcaldía, pero Ernest no es Pasqual. Ni de lejos. Ambos se están ocupando en hacer una lista con cara y ojos para reforzar sus expectativas. Será clave quienes estarán en los primeros puestos porque, a la postre, estos son los que podrán gobernar en la nueva Barcelona. Esperemos que como fichajes estrella no recurran a viejas glorias como Valls con Celestino Corbacho. “Celes” es un buen tipo, pero alguien le tendría que decir que su arroz ya se ha pasado.

Barcelona necesita un revulsivo no para plantearla como la capital de Cataluña, que también, sino para plantear el modelo de futuro. Colau no ha sabido hacerlo. Al contrario, estos cuatro años pesarán como una losa. Su gestión es deficiente, calificativo hasta cariñoso, por su inacción y por su ausencia de habilidad para generar complicidades en los grandes asuntos, con la oposición y con la sociedad civil. Collboni y Maragall tienen en su mano el cambio. Que gane el mejor, pero que gane uno de ellos. Si alcanza la alcaldía otra candidatura, Barcelona se subsumirá en el maremágnum del procés y añadiremos más pasos atrás.