Corre por ahí un chiste en el que uno pregunta cuál es el último animal y el otro responde: «¡El delfín!». Es un chiste malo, lo sé, pero viene al pelo para señalar hacia la playa del Somorrostro, donde estos días han alzado una escultura de un último animal (un delfín) hecha con una parte de la basura que se recogió en las playas de Barcelona la noche de San Juan. Los promotores de esta idea dicen que (cito) «la estructura permanecerá hasta el 7 de julio, mientras las inclemencias temporales y el vandalismo no lo impidan». El vandalismo... ¡Empezamos bien!

La idea es de un panfilismo apabullante. El Ayuntamiento de Barcelona y «entidades medioambientales» (sic, pudiendo ser ambientales del todo) proponen (vuelvo a citar) «una creación artística colaborativa». Con plásticos y basuritas encontradas en la playa se esculpirán medusas, pulpos, pececitos, tortuguitas y tal, para recrear el fondo marino en una orgía de manualidades que se reforzarán con (sigo citando) «distintas acciones de concienciación», como cursos para aprender a pintar y recortar (pececitos), talleres de reciclaje (qué va en cada contenedor), concursos de a ver quién recoge más colillas que la gente tira en la arena y cosas por el estilo. ¡Así acabarán con la basurita en las playas! ¡Claro que sí!

Les dejo que me llamen antipático, pero entre el panfilismo y la cursilería están acabando con la civilización. De verdad, en serio. El problema es que se reunieron la noche de San Juan unas sesenta mil personas en la playa y los muy guarros dejaron sobre la arena veinte toneladas de basura. Echando cuentas, salen 330 gramos de basura per cápita. ¿Les parece poco? Es lo que pesan 22 latas de cerveza (vacías) o más de siete metros cuadrados de papel de periódico, por ejemplo. Pero ¡tranquilos! Pondremos un delfín muy cuco y montaremos una creación artística colaborativa que será la monda y verán cómo el cerdo que deja la basura sobre la arena será convertido a la filosofía eco-chachi recortando pececitos de plástico y no lo volverá a hacer nunca, pero nunca más. Lo juro por Snoopy.

Si el panfilismo y la cursilería se quedasen ahí... Se emplean también para tratar temas mucho más serios, como la prostitución, que no es más que la mujer tratada como una vulgar mercancía, una cosa de usar y tirar. Les recuerdo que más del 95% por ciento de las prostitutas de Barcelona trabajan obligadas por redes de proxenetismo.

Sin embargo, la batuta de la alcaldesa Ada Colau impone un discurso pánfilo-cursi. El Ayuntamiento pretende regular una profesión que (cito) «algunas personas ejercen libremente», en vez de combatir la explotación sexual. Porque hay que ir de buen rollo, que prohibir es malo. Mejor será levantar una creación artística colaborativa, un gigantesco plátano, con los condones usados por los señores clientes, para concienciar a la población sobre el problema y promover el consumo de esta fruta, tan rica en potasio.

No diré lo que pienso por escrito sobre esta clase de planteamientos, pero creo que se adivina. Tampoco quiero sentar cátedra. El problema es complejo, difícil, muy duro y lleno de matices; ha de ser abordado con realismo, sopesando hechos, no bondadosas intenciones surgidas de una orgía de panfilismo y cursilería. Pero, por encima de todo, se ha de procurar que las mujeres no sigan siendo víctimas de algunos hijos de puta, y perdonen ustedes.