¿Conocen la leyenda? En Frigia se quedaron sin rey. Incapaces de salir adelante sin uno, consultaron al oráculo. Éste les dijo que el primer hombre que entrara en la ciudad por la puerta que daba al este con un cuervo posado en su carro sería el futuro rey, y el afortunado fue Gordias, que no se lo esperaba. Era un simple labriego que gobernó mejor que ningún otro rey y supo agradecer el favor a los dioses. Levantó un templo a Zeus y en él colocó la lanza y el yugo de su carro de bueyes, unidos por un nudo complicadísimo e imposible de desatar. El oráculo dijo que quien deshiciera el nudo sería capaz de conquistar Asia, pero, por lo que se ve, nadie que lo intentó pudo con él.

Hasta que Alejandro Magno, de paso camino de Asia, conquistó Frigia en un pispás. Supo de la leyenda y quiso visitar el templo a Zeus. Cuando le presentaron la lanza, el yugo y el nudo de Gordias, no se lo pensó dos veces. Dicen que desenfundó la espada, cortó el nudo de un tajo, y dijo: «Es lo mismo cortar que deshacer y ahora, si no os importa, os dejo, que me largo a conquistar Asia». Y eso hizo.

Si Alejandro Magno nos visitara hoy, no sé qué haría con la espada, visto el lío en que anda metida la cosa municipal barcelonesa. Vean, si no.

A meses de las elecciones, ya nadie quiere, puede o piensa en gobernar la ciudad y todo anda patas arriba. ¿Creen que eso importa a nadie? ¡Quiá! Piensan todos en sacar votos de donde sea, y todas las actuaciones son de cara a la galería. Eso puede decirse de quienes componen el gobierno municipal o de quienes quisieran formarlo en el futuro, que son todos los demás.

Según las encuestas, el asunto está muy reñido entre los de ERC y los de Colau, con Valls en tercera posición, y la murga del «procés» lo contamina todo, de arriba abajo. Los creyentes y practicantes procesistas quieren «ganar Barcelona» a toda costa, a cualquier precio, caiga quien caiga, y no dudarán en emplear todos los medios a su alcance para conseguirlo, por muy sucios que sean. Lo mismo puede decirse del enfrentamiento a cara de perro entre los procesistas que tienen el jefe preso y los que tienen al jefe que puso los pies en polvorosa. El ruido de cuchilladas traperas es ensordecedor. Zas, zas, zas.

Algo de ese ruido afecta también a Barcelona en Comú, que es una olla de grillos y lo ha sido siempre. El señor Doménech se largó, cansado y muy cansado de tanta tontería, y dejó a Colau más colgada que un paraguas, sola ante el peligro. Y ésta, estos últimos días, se ha enfrentado a una última escisión. Elisenda Alamany, o Alemany, cuántas veces no me habré confundido, ha lanzado un órdago «soberanista» (cuando ya nadie sabe qué significa de verdad esa palabra, tantos usos se le da) contra un «aparato» del partido (o movimiento o confluencia o qué sé yo) que controla Adrià Alemany, o Alamany, que también aquí me lío, que es la pareja de la señora Colau. Las irreconciliables diferencias personales por una «a» o una «e» en el apellido parece que tienen más que ver con la ambición del qué hay de lo mío que con un proyecto político con cara y ojos.

Quiénes son, qué quieren o qué pretenden las diferentes familias que componen el séquito de Colau es cuanto menos confuso y sólo CDC ha tenido tantos nombres como los comunes catalano-barceloneses este último lustro. Hecho de menos una unidad de acción y propósito en la izquierda y hay días en los que me pregunto si todo eso es izquierda o simple pose ante un «selfie». ¿Saben lo que hace cada uno o cada uno va a su bola?

No es una pregunta retórica, visto cómo funciona el gobierno municipal. Siendo generosos, su gestión es deficiente y las consecuencias comienzan a verse sin esforzar demasiado la vista.

Por ejemplo, durante el mandato de Colau et Co. algunos barrios de Barcelona han sufrido una fuerte degradación y ha repuntado la delincuencia. En la prensa se jalean (a veces, interesadamente) agresiones y delitos y los urbanos no hablan nada bien de sus jefes. Seamos justos y también señalemos al otro lado de la plaza de Sant Jaume, porque quienes mandan sobre los Mossos d’Esquadra alguna responsabilidad habrán tenido en todo esto.

Esto podría ser circunstancial, pero que falten muchos millones en la caja, por una mala previsión llevada a cabo por malos administradores, no tanto. En consecuencia, habrá (ya los hay) recortes en políticas sociales. Así lo denuncian los sindicatos de los empleados municipales, los partidos de la oposición y un somero examen de las cuentas. No parece que vaya a mejorar.

Alejandro Magno contempla el nudo con cierta angustia. «Si corto esto, ¿conquistaré Asia?» «No, señor Magno, pero podríamos regalarle un pase para visitar la Sagrada Familia.» «Pues, miren, mejor me paso otro día.»