Sin Verratti, sin Bellerín y sin Dembele. El Barça ha vuelto al trabajo sin ningún fichaje de campanillas para restituir el desencanto de sus aficionados tras el desenlace de la pasada temporada. A la espera de noticias, la única novedad ha sido el regreso Gerard Deulofeu, a quien no parece seducir demasiado su nueva aventura, señal inequívoca de que el club no va sobrado de ideas ni recursos económicos. Las grandes decisiones siguen en stand by.

Ernesto Valverde, un tipo pragmático, tiene la misión de reanimar a un Barça deprimido, con una plantilla que requiere una fuerte sacudida y una junta directiva que está bajo sospecha. Dos años después de ganar las elecciones gracias al triplete de 2015, Bartomeu ha cambiado algunas piezas (ascenso de Pep Segura y fichajes de Guillermo Amor y José Mari Bakero) para rescatar un modelo que no ha sabido evolucionar y uno de sus rivales electorales, Agustí Benedito, promueve un voto de censura a corto/medio plazo. Mientras, TV3 ha iniciado una ofensiva contra la cúpula del club que nos transporta a tiempos pasados muy convulsos.

El Barça, con una facturación próxima a los 700 millones de euros anuales, vive en la indefinición y su afición sigue desencantada, sin entender que los dirigentes prometieran el fichaje de Verratti hace un mes y ahora vendan la moto con Paulinho, un futbolista de tercer nivel que difícilmente arreglará los problemas estructurales del equipo. Dembele fue descartado muy pronto y todo parece indicar que Bellerín tampoco será el deseado lateral derecho del futuro.

La única noticia positiva ha sido la renovación de Leo Messi, a quien le prometieron que el Barça seguiría siendo un equipo competitivo antes de prorrogar su contrato. Extraña, sin embargo, la parsimonia de Bartomeu, tal vez porque las cuentas no cuadran y porque todo el dinero que ingresará por Rakuten lo destinará a pagar el sueldo de su estrella.

Los tiempos de vino y rosas forman parte del pasado. En el Camp Nou y en el Palau Blaugrana, donde la crisis es mucho más profunda y los remedios tampoco invitan al optimismo. El último, el fichaje de Adrien Moerman, un ala-pívot con un currículo muy discreto que llega a un Barça en construcción tras la peor temporada de las últimas décadas. Sito Alonso, otro técnico muy discreto, garantiza, al menos, un nuevo rumbo tras varios años de baloncesto plomo y desquiciamiento colectivo.