Hay una frase mítica que se atribuye al gran Tom Wolfe y que reza así: “No le digas a mi madre que soy periodista, ella piensa que soy pianista en un burdel”. Ironía fina sobre la pobre percepción social que, a épocas, ha tenido esta preciosa profesión de explicar la actualidad. Y frase, por otra parte, que bien podría aplicarse a la política, a los socios de gobierno y a ciertas coaliciones electorales.

Unos cuantos del equipo de Colau (camino de ser, muchos de ellos, “ex” en breve) igual recorrerían hoy a la mítica frase (tuneada) con tal de disimular que han sido el gobierno de la ciudad durante los últimos 4 años. Y es que la estampida en la lista de Colau que la encumbró a la alcaldía es de récord. Me costaría encontrar un proyecto político que haya envejecido tan mal y tan rápido en tan poco tiempo. Y a las pruebas me remito cuando piezas clave como Laia Ortiz o Gala Pin desertan con el argumento del cansancio, tan solo 4 años después de aquella candidatura que se vendía como un antes y un después y como un punto y a parte ilusionante.

Barcelona en Comú (BeC), como Podemos, nació y creció prematuramente, en un contexto excepcional, de crisis brutal, económica pero también de confianza en las instituciones y en los partidos de siempre. Y en Barcelona se impusieron por unos pocos miles de votos, entre otros factores debido al hundimiento socialista en enclaves como Nou Barris. Eso difícilmente se va a dar de nuevo. El PSOE vuelve a estar en Moncloa, tiene la autoestima recompuesta y la casa bastante ordenada. Un panorama bastante distinto al de los podemitas y sus confluencias, con la expectativa de, como mucho, “virgencita, que me quede como estoy”, bajos de moral y con las respectivas casas hechas unos zorros. Lo de Iglesias y Errejón hizo mucho daño, pero a eso se suman mil y una trifulcas a nivel local, alguna de las últimas con el resultado de Mercedes Vidal (TMB) saltando del barco también esta misma semana. Parece que congenia más con alguno de los últimos fichajes de ERC, como Joan Josep Nuet.

Con ERC, por cierto, se están diciendo de todo, y al más alto nivel, especialmente en redes. Pero eso, en breve, también puede formar parte de lo disimulable. Igual como lo de haber formado parte del gobierno de Colau o de BeC. Las urnas lo dirán en breve. Cosas más raras han propiciado las aritméticas postelectorales. Y, no nos engañemos, por este método, proyectos más tocados que el de Colau han sabido reinventarse y sobrevivir.