La irrupción de Manuel Valls como candidato a gobernar Barcelona fue sonada. Multitudinaria. Incluso caótica. El mirador del CCCB fue insuficiente para acoger la puesta en escena del ex primer ministro francés, el único político igual o más mediático que Colau. En una sala repleta y con muchos periodistas sin poder cubrir la información de su estreno, Valls enseñó sus cartas y reivindicó que lidera una plataforma ciudadana y transversal.

Con un discurso impecable, Valls abogó por una gestión seria para solucionar los actuales problemas de Barcelona, una ciudad que vive días muy convulsos. En su primera intervención ante los medios, el político hispano-francés utilizó el catalán como lengua principal, pero también se expresó en castellano y en francés. También mezcló sus recuerdos de la infancia y su pasión por el Barça (un primo suyo fue el compositor del himno del club) con una radiografía detallada de Barcelona. Entre sus compromisos está el de una gestión seria y responsable, alejada de los populismos y la demagogia. 

Valls, que cuenta con el aval de Ciudadanos aunque espera seducir a antiguos votantes del PSC y al catalanismo más pragmático, expresó su rechazo a las tesis independentistas, pero habló mucho más de Europa que de Catalunya o España. Denunció con datos elocuentes el fracaso de Colau en políticas de vivienda y lamentó los brotes de turismofobia que han dañado la imagen internacional de Barcelona. También habló del top manta y de los narcopisos. En temas de seguridad, el suyo es un discurso de tono conservador, aunque él se definió como un político de izquierdas.

Convincente en su análisis, la aparición de Valls ya ha tenido un efecto dominó en el resto de formaciones políticas. ERC ha sacrificado a Alfred Bosch y el PDeCAT podría hacer lo propio con Neus Munté, ganadores ambos de las primarias de sus formaciones políticas. Ernest Maragall y, posiblemente, Ferran Mascarell podrían ser los líderes de las dos formaciones independentistas, que reivindican el legado de Pasqual Maragall. La figura del exalcalde también es ensalzada por el mismo Valls, por Colau y, por supuesto, por el PSC. Hace dos décadas, curiosamente, Maragall no suscitaba tanta unanimidad.

La batalla de Barcelona ya ha comenzado. Quedan ocho meses para que los barceloneses decidan el futuro de su ciudad y el escenario que se dibuja, en plena división de los partidos independentistas, es el de un gran duelo entre Colau y Valls. Dos líderes potentes que simbolizan dos modelos antagónicos. La Barcelona universal de Valls y la Barcelona común de Colau.