Es urgente desahuciar a Inmaculada Colau del Ayuntamiento de Barcelona.  Da igual si lo hacemos vestidos de superhéroes o sin hacer el ridículo, pero hagámoslo pronto. Hace tiempo que perdió el respeto por la ciudad, Barcelona y el Ayuntamiento se han convertido en Can Pixa.

Su número dos, Gerard, conde de Pixarello, se ha pegado unas vacaciones al más puro estilo magnate revolucionario, pagadas por todos nosotros. Y encima se ha llevado a su amorcito, riéndose en nuestras narices. No se puede decir que no tengan sentido del humor.

Es divertido ver qué rápido los anticasta se acaban convirtiendo en un engranaje perfecto del sistema. No hay nada como darles un poco de dinero y algo de poder para que les salga el capitalista déspota que llevan dentro. Y cuando esto ocurre, se suben los sueldos, se compran bonitas casas para que sus hijos vivan tranquilamente y en paz (lo cual me parece estupendo) y mangonean y malgastan el dinero de todos con sus caprichos personales y sus delirios sociales.

Y por si esto fuera poco, además Ada se gusta mucho, y esto es muy peligroso. Se gusta tanto que no pierde ocasión de decir la tontería que sabe le dará proyección en los medios de comunicación.

Un día te puede decir qué tipo de sexo le gusta en la cama, -como si a alguien le importase-, y el otro deja caer sutilmente que en la Universidad de Barcelona también hay corruptelas para conseguir los títulos.

Se muere por quedar como persona de moralidad intachable y muy progresista, aunque para ello se cargue la imagen de la universidad pública o nos sermonee diciendo que le gusta la carne y el pescado.

Otro día puede no abrir boca sobre la agresión de unos manteros a un turista, al día siguiente no callar durante 24h sobre la agresión a un fotógrafo, y al otro no decir ni pío de la agresión a una mujer por quitar lazos amarillos.

Y la esquizofrenia llega a tal punto que un 11 de septiembre puede llevar el lacito al acto oficial de la Diada, y quitárselo horas después para un acto en recuerdo de Allende. Así son las cosas y así se las hemos contado. Esa es la alcaldesa ni más ni menos que de Barcelona.

Vamos a ver qué dice ahora sobre lo que pasó el domingo en la plaza de Sant Jaume, donde tiene el despachazo desde el que se ríe de todos los plebeyos que pasan debajo de su ventana.

El domingo un grupo de personas tenía montado un escenario para acabar allí su manifestación. Y otro grupo, este segundo de malcriados capitaneados por los artistas del odio, decidió pasárselo todo por el forro e impedir a los primeros acceder a la plaza tal y como habían solicitado a la Administración. Porque sí, porque se creen los reyes del mambo, los poseedores del bien y del mal, el ejército de la rectitud moral y la justicia divina. Porque nadie les dice nada. Porque desde el Ayuntamiento y la Generalitat les dejan campar a sus anchas.

Y volvemos otra vez a los brotes de esquizofrenia prusesista. Cuando 20 amigos salen de noche a quitar lazos se considera una manifestación y se les dice que tienen que pedir permiso y si no, pagar una multa. Cuando 300  incívicos quedan con el simple fin de tocar los cojones a sus vecinos y rascarse los suyos la mañana del domingo, nadie dice nada.

Entre pitos y flautas nos está quedando una mierda de ciudad. Colau, dedícate al dolce far niente hasta las elecciones de mayo, porque a partir de entonces seguirás sin hacer nada pero desde la calle, como tus súbditos, los que ahora ves desde la ventana.