Aún no ha arrancado la zona de bajas emisiones y ya ha empezado la demagogia de las rebajas. Primero fueron los lobbies del coche, con el RACC a la cabeza, y ahora se han añadido formaciones que se dicen de izquierdas, como los comunes, ERC y hasta el PSC. El RACC hizo hace un par de semanas un informe que sostiene que la lucha contra la contaminación que los coches provocan en la ciudad perjudica a los más pobres. ¡Cómo si le importaran! Poco después, el gobierno municipal se aviene a negociar con los republicanos una dispensa para las familias con bajos ingresos. Por lo visto, si se es pobre, hay barra libre para contaminar. Aunque la contaminación provoque enfermedades y, al final, muertes.

Que en Barcelona hay pobres, eso no ofrece la menor duda. Que ser pobre dé derecho a perjudicar a los demás utilizando un coche que emita humos y partículas nocivas ya es harina de otro costal.

La existencia de los pobres merece medidas de atención y ayuda en todo lo que sea un derecho: empezando por la vivienda, siguiendo con la alimentación y terminando por la sanidad, la educación y, por supuesto, el derecho a moverse libremente. En la Declaración de los Derechos Humanos no figura, en cambio, ningún apartado que diga que todo el mundo tiene que tener un coche y, menos aún, un coche contaminante.

Una propuesta así es pura demagogia. Sin paliativos. No hay un solo punto de la ciudad de Barcelona al que no se pueda llegar en transporte público. Y, además, con relativa facilidad.

Quizás convenga recordar que el proyecto de restricciones ya nació viciado de demagogia. Quedaban exentos de la norma la personas con movilidad reducida, los servicios de emergencias (policía, bomberos, ambulancias) y otros servicios como los médicos o los funerarios. Pura arbitrariedad: si los vehículos públicos o semipúblicos quedaban autorizados a echar humo entonces ¿por qué no otros que pudieran aducir una excusa plausible? Ser pobre lo parece.

Barcelona ha registrado este año 21 muertos en accidentes de tráfico, lo que lleva al Ayuntamiento a tomarse más en serio las medidas para evitarlo. La contaminación, en cambio, provocó el pasado año 351 fallecidos y esto sugiere a ERC que hay que permitir que siga ocurriendo. Y el equipo de gobierno acepta negociar. Luego se verá en qué queda, pero de momento se habla de ello. ¿Aceptaría también el consistorio negociar que los pobres puedan llevarse lo que quieran de colmados o grandes almacenes sobre la base de que, mira tú por dónde, resulta que son pobres y lo necesitan?

Que Esquerra se apunte a la demagogia resulta comprensible: no está en el gobierno municipal y su competidor más directo (Junts per Catalunya) es un partido mucho más que demagógico. Ya se sabe: en estos casos se puede pedir la luna y prometer el sol y las estrellas (o la república catalana). Pero es menos aceptable que una formación de gobierno que se quiere seria, como el PSC, se avenga a esta patochada.

Y lo que es más irritante, que se haga en la misma semana en la que se celebra en Madrid el encuentro contra las emisiones que provocan el cambio climático y que son las mismas que causan las muertes por contaminación. Mucha proclama solidaria con el Amazonas, pero poca defensa de los perjudicados en la propia casa.

Quizás convenga recordar lo que Sartre dijo a Camus cuando éste le reprochó no criticar la represión en la Unión Soviética: la mejor forma de luchar por los esclavos de allá, es luchar por los esclavos de aquí. Pero, claro, los de aquí tienen un coche y son partidarios de combatir el cambio climático y restringir el movimiento del coche del vecino.