En el año 2004, las operadoras de telefonía desplegaban sus antenas por la geografía española. En paralelo, aumentaban las denuncias contra estas antenas por su afección a la salud. En concreto, afirmaban que producían cáncer. En el año 2019, Ada Colau publicaba en su página web un artículo que pedía “una moratoria al despliegue de la tecnología hasta que se sepa con certeza que no afecta a la salud y al medio ambiente”. El mismo argumento que hace 15 años utilizaban los contrarios a las tecnologías que propiciaban los móviles. El mismo argumento que empezó a enterrarse porque nunca se pudo definir una relación causa-efecto entre la enfermedad y las antenas. En estos 15 años, la tecnología ha mejorado sustancialmente y también las empresas abandonaron la loca carrera de tener todas y cada una de ellas su red de antenas. 

El resbalón de Colau fue importante. De hecho, el artículo desapareció como por arte de magia y el aprendiz de brujo que lo escribió y colgó supongo que seguirá en su puesto de “brillante asesora”. De talibanes está el mundo lleno, pero gobernar no es hacer activismo. El artículo en cuestión sirvió para que otro gobernante mediocre, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso se lanzará al barro con una versión del “a por ellos” afirmando “estamos preparados para acoger el Mobile. Iremos a por él”. 

Luego ambas políticas rectificaron sus palabras. Colau retiró el artículo y criticó a Díaz Ayuso apelando a “años de trabajo duro y colaboración entre administraciones” añadiendo un zasca “esa es la clave detrás de eventos de éxito como el Mobile que la señora Ayuso parece desconocer”. Ayuso también rectificó. Ya no iba a por el Mobile, sino que se presentaba como receptora si Barcelona lo perdía “para que no salga de España”. 

La polémica fue ridícula pero volvió a hacer daño. El contrato del Mobile está firmado hasta el 2023, pero Colau ha puesto todos los palos en las ruedas que ha podido. Ha permitido, o ha sido incapaz, de evitar conflictos en el transporte como metro, autobuses o taxis. Ahora, en lugar de ponerse las pilas abre otro frente dejando entrever que la nueva tecnología del 5G es perjudicial para la salud y agrede al Medio Ambiente. Su ridículo fue respondido con otro mayor, lo que no es consuelo para nadie. Díaz Ayuso se ha puesto, de nuevo, la rojigualda por montera para lanzar un mensaje de guerra a falta de otros proyectos de peso para su Comunidad, además de robarle la cartera al alcalde de Madrid que ha sido un mero convidado de piedra. De hecho, hasta el delegado de Ifema ha tirado agua al vino de la señora Ayuso. 

El debate, sin duda, no ha sido de altura. Los errores de unos y otros pueden dar al traste con un proyecto importante para el prestigio de la ciudad. Seguro que hay cosas a mejorar, como el precario empleo que genera, pero que pone a Barcelona en el mapa, pero lo que está claro es que la política de tirarnos piedras en nuestro tejado no es la mejor. Y la política de Díaz Ayuso de buscar el cuerpo a cuerpo con Barcelona denota una ética manifiestamente mejorable. Lo peor de todo es que la miopía de unos y otros puede dejarnos sin Mobile, y lo que vendría detrás, es decir, la huida de más certámenes. Colau debería vigilar más a sus talibanes y Ayuso dejar el fango como herramienta política. Seguramente es pedir peras al olmo, pero a este paso nos quedaremos hasta sin el olmo.