En una entrevista a Xavier Trias publicada ayer en este mismo medio, el exalcalde afirmaba que el independentismo no ha hecho daño a la marca Barcelona. Y añadía qué lo que nos hace daño es la acción represora del Estado. Esto es sencillamente no entender nada.

Llegaba a deslizar incluso la idea de que la marcha de empresas sucedida en los momentos más duros del procés había ocurrido por culpa del estado español. Es delirante. Es decir, que el problema no es que el independentismo se saltase todas las reglas del juego democrático, poniendo en riesgo la seguridad jurídica que necesitan las empresas para operar. El problema para Trias es la existencia de una especie de conspiración estatal contra la ciudad de Barcelona.

Es intolerable mantener tal ejercicio de cinismo. El separatismo lo ha deteriorado todo en Barcelona. No solo su marca. Ha deteriorado la convivencia, la economía y ha puesto en peligro la ciudad que fuimos y que queremos seguir siendo. Decir que el problema es la supuesta represión, no solo es mentira por el hecho de que no exista tal represión. Es mentira porque lo que de verdad supone un problema es todo aquello que hace que nuestra ciudad cuente con menos oportunidades en un mundo global al que poco o nada le importan los delirios de una minoría. Ese es el verdadero motivo por el que el exalcalde Trias puede afirmar cosas como: “Cuando sales fuera, encuentras una situación muy afectuosa. Me pasó con el alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, que no está a favor de la independencia de Cataluña, pero no entendía la reacción del Estado español”. Probablemente a Michael Bloomberg poco o nada le importe la situación política en Cataluña, pero a quienes invierten en la ciudad les importa mucho.

Probablemente también les importe el clima de tensión que a día de hoy todavía se respira en momentos determinados. Probablemente les importen también los actos de robo y pillaje organizados por vándalos que se escudan en supuestos actos de reivindicación para vaciar las tiendas de paseo de Gràcia.

No es casual que a día de hoy tengamos que leer que el paseo de Gràcia está viviendo momentos complicados. Alrededor de 26 locales han quedado vacíos en la milla de oro de Barcelona. Según explica el presidente de la Asociación del Passeig de Gràcia, "la pandemia no ha pasado en vano". "La crisis del covid ha hecho que los negocios que estaban pensando en irse hayan tomado la decisión y que los que buscaban venir a Barcelona se lo hayan tomado con más tranquilidad". Y este es un punto clave. ¿Quién querría venir a un lugar en el que durante semanas se han visto imágenes como las de la quema de contenedores?

Parece que olvidamos muy rápido la imagen que lleva proyectando el separatismo en los últimos años. Hemos visto desde el 2017 arder las calles de la ciudad en múltiples ocasiones. ¿Y, ante este hecho, alguien es capaz de decir que el independentismo no ha hecho daño a la imagen de Barcelona? Es insoportable que quienes se han dedicado a pregonar desde el 2017 que lo más importante era internacionalizar el conflicto, ahora nos digan que la imagen internacional de Barcelona no se ha resentido. Y si la imagen de la ciudad aguanta es gracias al trabajo que se hace desde el Ayuntamiento para pasar página e iniciar un proceso de relanzamiento de la ciudad.

No es casualidad que el Ayuntamiento apueste por reforzar la marca internacional con una campaña que mostrará a nuestra ciudad en las principales ciudades del mundo. Se trata de devolver a Barcelona la imagen que tuvo. Se trata de impulsar la reactivación económica y la atracción de inversiones y talento. Y para conseguirlo necesitamos, entre muchas otras cosas, que quienes viven centrados únicamente en sus pulsiones separatistas sean capaces de pasar página. Debemos asumir y entender que el procés ha dañado a Cataluña, a Barcelona y a España. Si dimensionamos el problema que nos han causado, podremos empezar a buscar soluciones para salir del callejón sin salida en el que nos han colocado quienes han alentado el conflicto y quienes ahora tratan de mostrar una realidad que nada tiene que ver con la que hemos vivido.

Debemos buscar la manera de iniciar una nueva etapa en la ciudad, en la que el separatismo quede en un plano secundario. Nunca debió ser un tema prioritario de ciudad, pero ahora, tras una pandemia mundial, probablemente deba serlo menos. Debemos pasar página, pero sin olvidar nunca hasta qué punto el separatismo dañó la marca de la ciudad de Barcelona. Por más que Trias trate de maquillar la realidad.