Dice el refrán que es de bien nacidos ser agradecidos, pero Ada Colau no parece pensar lo mismo. Su discurso el día en que consiguió conservar la alcaldía de Barcelona gracias al apoyo de Jaume Collboni y Manuel Valls consistió, prácticamente, en pedir disculpas a los procesistas por renovar el cargo con la ayuda de esa gente. Aseguró que no le gustaba la manera en que había logrado seguir siendo alcaldesa, que era lo mismo que decir que sus socios le parecían un asco. Ni una palabra de agradecimiento para Collboni y Valls, a los que parecía que les había hecho un favor aceptando sus asquerosos votos.

Ada Colau es capaz de hazañas cuánticas, como ser independentista y anti independentista a la vez, pero su síndrome de Estocolmo con los procesistas resulta muy irritante: no contenta con perdonarles la vida a Collboni y a Valls, se deshizo en gestos hacia los indepes, lamentando la suerte de los presos y de los fugitivos. Una vez asegurado el sillón, lo primero que se le ocurrió fue volver a colgar el lazo amarillo de marras en el consistorio, para consternación de los sociatas. Durante el paseíllo entre el ayuntamiento y la Generalitat, los energúmenos soberanistas la pusieron de puta para arriba y el Tete, lejos de condenar los insultos machistas, vino a decir que Ada se los había buscado por no pactar con él. La legislatura empieza de pena.

 Mira, Ada, si tanto asco te dan los que te apoyan, deberías haber renunciado a sus votos y cederle la poltrona al Tete. No vale decir que vaya asco de manera de conservar el sillón. O lo conservas o lo cedes, pero si lo conservas muestra un poco de agradecimiento a quienes te lo han permitido y no pidas disculpas por tus malas compañías. Ya sé que intuyes que Collboni y Valls -con la colaboración desinteresada de Bou, el que decía que elegir entre tú y el Tete era como optar entre susto y muerte- te van a amargar la vida todo lo que puedan, de lo cual muchos nos alegramos, pero si no querías pasarte los próximos cuatro años hipotecada, solo tenías que rechazar el crédito envenenado que se te ofrecía.

Ah, no, claro, que el poder desgasta mucho a los que no lo tienen, como decía Giulio Andreotti, y además tus amigos de Podemos no pasan por uno de sus mejores momentos. Pues entonces apechuga con la situación y, sobre todo, deja de intentar ganarte la simpatía de los indepes, que es algo que no conseguirás jamás porque quien no está con ellos está contra ellos.

No se puede ir por ahí con subtextos modelo “Gracias por los votos, pero que sepáis que os desprecio”. Sobre todo, cuando la gente con la que intentas congraciarte te llama zorra a gritos y tu rival bendice la agresión porque te tratas con una gentuza que ya te vale. De hecho, lo que hizo Valls -recordarle a Forn que en España no hay exiliados ni presos políticos y negarle el saludo al fanático que hace como que gobierna Cataluña-, te tocaba a ti, querida.