Sale el presidente Torra y cuelga una fotografía en Twitter. En la imagen sale él mismo en mangas de camisa, sin corbata, en su despacho, que está adornado con un cuadro de Casas cedido por el MNAC; a sus espaldas, en unos anaqueles, libros de bonito y unos botijos; más libros de bonito sobre la mesa. El texto que acompaña a la imagen dice (y traduzco): «Trabajando como cada día por el bienestar social, el progreso económico y la República independiente». Así, con un par.

Si no fuera la cuenta oficial del presidente Torra, tomaría el mensaje por un chiste o me preguntaría si ha cambiado de trabajo, porque lo de trabajar por el bienestar social y el progreso económico no se lo cree ni el Tato, y lo de la República independiente se lo creen unos sí y otros no, pero allá cada uno con su religión. Ojalá (repito, ojalá) trabajara el presidente Torra en mejorar el bienestar social de sus conciudadanos. Y si trabaja, pongamos por caso, entre l’Aplec del Cargol y la Fira de l’All, no se nota nada. Su afición por el jolgorio folklórico es sabida; su acción de gobierno, ignota.

La cosa está chunga, si me permiten decirlo así. A un lado tenemos los mayores recortes en sanidad, educación y servicios sociales de todas las Comunidades Autónomas, y mayores con diferencia. Al otro, un 28,5% de los niños en situación de pobreza, o medio millón de trabajadores que, aun teniendo trabajo, son pobres. Medio millón, se dice pronto. Sumen los alquileres inasumibles, los contratos-basura, las listas de espera, una renta garantizada que no está garantizada en absoluto, las universidades más caras de España o la propuesta reciente de encarecer el precio de los comedores escolares, que se lleva a la chita callando, como todo. Mientras nos las están dando con queso (con banderas, perdón), los gobiernos procesistas están desmantelando el Estado del Bienestar y nadie rechista. Eso sí, tienen mil excusas y los culpables son siempre los demás.

A modo de ejemplo y por citar un solo caso, en la residencia Bon Pastor se suceden episodios de dejadez, desidia y abandono de un servicio a cargo primero de una UTE y después de una fundación. Comida mala y escasa; personal insuficiente; instalaciones mal conservadas; falta de medios... La titularidad del equipamiento se reparte entre la Generalitat de Catalunya (60%) y el Ayuntamiento de Barcelona (40%). Pues ambas instituciones han descuidado gravemente su deber de controlar e inspeccionar el servicio y se retratan en su mirar hacia otro lado. Cuando el caso ha saltado a la prensa, han echado las culpas, cómo no, al 155... pero las quejas comenzaron hace más de dos años, y entonces no había ni 155 ni nada. Treinta familias llevarán el caso a la fiscalía, y no hacía falta llegar a eso. Hacía falta que los gobernantes gobernasen, que para eso están ahí.

Me dirán que no puede esperarse otra cosa de la derecha que domina el Parlament de Catalunya (una especie de «alt-right» a la catalana), pero fíjense en lo que sucede en el Ayuntamiento de Barcelona, donde se supone que gobierna alguien de izquierdas.

Colau se ha llevado siempre muy mal con los sindicatos y después de ésta no creo que se vayan a soportar mejor. CC.OO., UGT y la CGT han denunciado que los directores de los centros de servicios sociales han recibido instrucciones. ¿Qué instrucciones? No conceder más prestaciones sociales, o conceder las menos posibles. Los sindicatos denuncian que estas instrucciones no se han dado por escrito, sino «de manera extraoficial». En suma, el último trimestre del año, con el freno de mano en los servicios sociales. Los sindicatos piden explicaciones (yo también).

En el fondo del asunto está un hecho que nos remite de nuevo al despacho del presidente Torra: un 73% de las peticiones de Renta Garantizada de Ciudadanía son rechazadas por la Generalitat de Catalunya. Así que los ayuntamientos (y el de Barcelona no es una excepción) se ven obligados a intervenir y hacen sus «apaños» y conceden ayudas para la alimentación, la salud o los gastos escolares. Pero también cabe señalar que las cuentas del Ayuntamiento de Barcelona iban como un reloj hasta que tropezaron primero con Trias y luego con el gobierno de Colau, que, como se anunció hace poco, tendrá un déficit que obligará a recortar gastos sociales e inversiones en la ciudad. Dijeron que no, que no era así, que nada de déficit, pero ya ven ustedes.

Parece que las cosas importantes no importan, y así nos va.