Uno sabe que se acabaron las vacaciones cuando tiene que mirar antes de cruzar la calle. Cuando entonces contempla el mundo, conoce que todo sigue igual, que su ausencia no ha significado nada. Esa desazón, unida al fastidio de tener que trabajar para comer, se conoce ahora como síndrome postvacacional, porque así el mal de toda la vida parece cosa seria y nos hace sentir más importantes.

Los neurólogos sostienen que el «déjà vu» que experimentamos en este retorno es, agárrense, una paramnesia del reconocimiento, una anomalía de la memoria. ¡Caramba! ¡Ríanse ustedes del síndrome postvacacional! Una paramnesia del reconocimiento mola más, ¿a que sí? Ay, lamento frustrarles: no es ninguna paramnesia. Es que de verdad no ha cambiado nada.

Vean qué sucede cuando dejan un fruto largo tiempo sin hacer nada. Se estropea o se pudre. Dicho con precisión y propiedad, se pocha, se pone chungo. Lo que vale para la fruta, también vale para la política, o poco más o menos. Porque si un mes (o un año) después todo sigue tal cual lo dejamos, no está igual, sino más chungo.

En España, está chungo el asunto de formar gobierno. No me digan que no. No sé si finalmente se acabará formando o si nos plantaremos de nuevo en elecciones, no soy adivino. En cualquier caso, sacarnos de encima a Asens y Pisarello enviándolos a Madrid para negociar acuerdos y asegurar garantías de gobierno no sé si habrá sido una buena idea, pero líbreme Dios de opinar sobre este asunto, que bastante embrollado está. Nada ha cambiado, pasa el tiempo y ahora descubrimos que la cosa está chunga.

En Cataluña, el abandono de las cosas del gobierno de aquí nos deja con un país pocho, lleno de ideas chungas, necesitado de aire fresco, peor que la nevera al volver de vacaciones. El presidente Torra ya era epítome de lo chungo antes de ser presidente, con esas teorías tan pochas y tan de curas y pistoleros (véanse los hermanos Badia), pero su acción de gobierno ha consistido básicamente en no hacer nada y agitar el caldo. Se ha pochado todo, claro, y la cosa ya no está chunga, sino muy chunga.

Para muestra, un botón. Los servicios sanitarios de Cataluña son los peor valorados de España tras los de la Comunidad Valenciana y Canarias por la Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública (FADSP). Esta valoración emplea datos como la inversión sanitaria por habitante, el tiempo de espera para una intervención quirúrgica, el salario del personal sanitario, etc., y confirma lo que ya sabíamos, que desde que gobiernan los que gobiernan ahora esto ha ido de mal en peor. Y no se cortan un pelo cuando aseguran que lo volverían a hacer, porque otra cosa que no hacer nada y siempre lo mismo no saben.

Vamos de lo grande a lo pequeño. Primero España, luego Cataluña y ahora, Barcelona, donde nos hemos quedado sin las divertidas noticias del verano porque la noticia ha sido que la Ciudad Condal parece ahora el Chicago de Bugsy Malone. Esto va por la alcaldesa: El no hacer nada durante todo un mandato propicia que las cosas se pongan chungas. Esto va por la Generalitat: No hacer nada tú tampoco, para que otro se coma el marrón, no es una buena idea. Mientras en las alturas reinan los idiotas, en la calle resta una sensación de desamparo. Si es real o imaginaria lo dirán los expertos, pero la sensación ahí está y las estadísticas comienzan a preocupar. Veremos cómo se resuelve. Porque ya les digo que un problema se resuelve mejor si no dejamos que se poche, y ahora la cosa está chunga.

En resumen, miren al cruzar la calle, que ya no estamos en vacaciones.