La que ha liado la alcaldesa Ada Colau con su salida de copas y bailoteos por las fiestas de Gràcia. Las redes se han cebado. Sin piedad. Y sin razón. Sin que sirva de precedente voy a defender a la alcaldesa. Tiene todo el derecho del mundo a tener vida privada. Y de beberse algunas copas, dicen que de más. ¿Y qué? De todos esos que sacan espumarajos por la boca acusando de “borracha” a Colau, me gustaría saber cuántos pueden tirar la primera piedra. Y otros que obcecados por el insulto, debidamente camuflado en el anonimato, son tan burdos que equiparan el beber un día con ser alcohólico. ¡Unos hachas, vamos!

A los políticos hay que juzgarlos por sus hechos, se afirma con rotundidad. Cierto, pero elevar una salida privada a un hecho político es un error. Tiene horas de sobra Colau para ponerse al día de todo lo que sucede, que es en este mes malo de solemnidad. Lo preocupante es lo que dice la alcaldesa: su opinión sobre la inseguridad o la conspiración del 17-A.

Que la alcaldesa se vaya de fiesta a las fiestas de Gràcia –oh casualidad, son fiestas– me importa un colín. Me importa su opinión para valorar la gestión. Que Ada Colau rebaje los casos de hurtos, asesinatos, peleas entre clanes de la droga, el top manta y la violencia que está alcanzado en los robos, a una mera anécdota, es lo importante. Para la máxima edil, “no hay crisis de seguridad” y lo que hemos conocido en el último mes “son hechos puntuales”. ¿Lo dice en serio?

Y también me preocupa que Colau dé pábulo a las teorías de la conspiración sobre los atentados de La Rambla. “Queremos saber” dijo en RAC1. Podría simplemente hablar con los Mossos y conocer sus datos, o leerse la entrevista de La Vanguardia al Comisario Sallent. Y así un suma y sigue. Quiero saber que va a hacer en vivienda, en transporte público, promoción económica, medio ambiente, barrios, vivienda, y así un largo etcétera. Eso es lo importante. A una persona pública hay que juzgarla por sus hechos, y elevar a la categoría de “hecho” una anécdota menor, demuestra el nivel del debate público en Barcelona, con el ensañamiento añadido de las redes sociales, y en Cataluña. Un bajo nivel en el que se encuentra nuestra alcaldesa a tenor de lo que dice.