El mundo moderno nos ofrece dos modelos de fascista, el de toda la vida y el que se llama a sí mismo antifascista. Son tal para cual, pero se tienen una manía enorme, y nada les gusta más que llegar a las manos, dado que ambos grupúsculos andan escasos de neuronas y lo de razonar no es lo suyo, prefiriendo siempre el grito, el insulto y, si se tercia, el sopapo. Este sábado, en Barcelona, se prevé una buena tangana junto al monumento a Colón entre las dos variantes del fascismo contemporáneo. Los supuestos antifascistas se distinguen por cierto desaliño indumentario -sudaderas con capucha, camisetas con lemas reivindicativos (esta temporada se lleva mucho la de Black lives matter)-, pero los fascistas fetén tampoco van vestidos de Armani: se imponen las camisetas negras, las chaquetas de color verde castrense y las botas de machacar gónadas. La excusa para la tangana del sábado es la estatua de Cristóbal Colón, que los fascistas quieren mantener en su sitio y los antifascistas aspiran a derribar. Los fascistas están en el parlamento español, donde se hacen llamar Vox, y los antifascistas, carentes de representación parlamentaria e integrantes de grupúsculos irrelevantes, se tienen que conformar con la ayuda esporádica de Podemos y de los comunes.

Todo esto, evidentemente, quedará en mera palabrería, ya que los mossos d´esquadra se encargarán de mantener separados a ambos bandos, que deberán limitarse al insulto y la amenaza mientras la gente les saca fotos con el móvil como el que ha ido al zoo a ver a las fieras. Al cabo de un rato, los de Vox se irán a tomar unas cañas y los (supuestos) antifascistas puede que lleven a cabo alguna acción realmente progresista, como prender fuego a un contenedor, cortar alguna calle mientras dan vivas a los indios que se cargó Cortés o acercarse a la delegación del gobierno a pegar unos berridos independentistas, ya que el antifascismo local es mayoritariamente soberanista, aunque el presidente de la Generalitat (por poderes) sea un supremacista de mucho cuidado.

Evidentemente, no tengo nada en contra de que la policía meta baza en estos simpáticos encuentros entre energúmenos, pero creo que no debería darse tanta prisa en llegar al lugar de los hechos. Mejor sería dejar que ambos grupos se zurraran la badana mutuamente, cosa que los fotógrafos de móvil agradecerían mucho, pues les haría sentirse corresponsales de guerra durante unos minutos, y también la población en general, bastante harta de estas pandillas de atorrantes, brutos e intolerantes. La presencia de los mossos a última hora serviría para moler a palos a los cuatro que quedaran de pie, recoger a los contusos y llevárselos a todos a comisaría. En caso de sangre sobre el pavimento, unos manguerazos de la brigadilla de limpieza municipal y a otra cosa, mariposa.

Para evitar posibles daños a los transeúntes, no descarto ofrecer a fascistas y antifascistas un lugar fijo en el que quedar para zurrarse, una especie de fascistódromo en el que, sin poner en peligro a terceros, pudieran dar rienda suelta a su insania. Incluso podrían florecer las apuestas, ahora que las peleas de gallos están tan mal vistas. Solo se trata de una modesta proposición, pero creo que la autoridad competente debería tenerla en cuenta.