Resulta que los fascistas de Vox llegan a Barcelona, donde quieren montar su paradita desde la que promover sus políticas de odio, machismo y la españolidad más rancia, y se encuentran con la oposición de un sector del pueblo dispuesto a evitar ese despliegue. Y resulta que, entre gritos de no pasarán y en presencia de un numeroso grupo de mossos d’esquadra, algunos lanzan unos cuantos objetos —un plátano, algún huevo, acaso una patata— contra un tal Jaume Buxadé, a quien no tengo el gusto ni el desagrado de conocer. Y resulta que alguien va y escribe con aerosol en una pared una memez contra el führer del partido en España (textualmente: 'Abascal, te mereces un tiro en la nuca'), y el tal Buxadé luego va y tuitea “Amenazas de muerte de los odiadores profesionales de siempre, para intentar amedrentarnos e impedir que podamos ejercer nuestra libertad”.

El tal Buxadé calificó que la acción de unas personas contra su acto político supuso un ataque a la libertad de expresión, de opinión e ideológica. Según él, angelito, lo único que pretendían era tomarse una cerveza con jóvenes de Barcelona. “Nos están tirando cosas y sólo puedo decir que Vox va a seguir luchando por la libertad de expresión y de pensamiento, y no nos van a parar”, aseguró ante los micrófonos y las cámaras siempre ávidos de show, de marro, de ruido mediático, mientras una señora a su lado soplaba un silbato para impedir que al tipo se le oyera con claridad, ante la mirada poco amistosa de unos cuantos pelados que acompañaban al politicastro.

Menos mal que aún quedan personas que no están dispuestas a tragar cualquier cosa, a tolerar según qué atropellos, a luchar por un espacio político y social que, aunque bastante estropeado ya, no apesta aún lo suficiente como apestaría si el fascismo continuase conquistando terreno. Contra ese fascismo no cabe dudar, ni amedrentarse ni ceder un palmo. Vox ha metido ya la patita en el parlamento andaluz y, en un país tradicionalmente facha como España, sólo es cuestión de tiempo que asome la cabecita en otros foros de poder, apoyado y jaleado por un cierto sector mediático, financiero y empresarial, y observado más como aliado que como enemigo político por los no menos fascistas del pepé y los naranjitos. Contra el fascismo de Vox no vale hesitar. Contra el fascismo de Vox, Barcelona tiene mucho que decir todavía, como lo están diciendo otras poblaciones catalanas donde el recuerdo de un pasado aún muy reciente sigue vivo y lacerante.