Señoras y señores: la estatua de Colón de Barcelona no señala América. ¿Adónde señala la estatua de Colón de Barcelona? Cristóbal Colón levanta el índice y subraya problemas. Los problemas de la ciudad de Barcelona, las preocupaciones de los barceloneses. El dedo de Columbus apunta al corazón de la responsabilidad de todos en la urbe. Todos: sociedad civil, cultura, economía, política. 

Subido en el pedestal de una gran bola del mundo, ese Colón con el brazo levantado es el ojo del Gran Hermano que observa la ciudad. Cada vez que un Mosso d’Esquadra hace la vista gorda con una horda de manteros, don Cristóbal lo ve. La bola-pedestal de Colón se mueve constantemente. Su pupila se agranda cada vez que se vende una falsificación de bolso Gucci en las Ramblas.

Parpadea el gran ojo cuando un niño, por encargo de un mayor, roba en la Boqueria un nuevo I-Phone 7. Esa bola de Colón está siempre activa y no importa adónde apunte el dedo del Conquistador. No importa si los Reyes Católicos estuvieron en el Tinell o en qué peluquería se arregle Ada Colau. Lo que importa es que Columbus está que arde porque ve paralizadas las obras de las Glòries y no sabe cómo acabarán. Pero Colón conoce los bolsillos de las constructoras y de los constructores.

Don Cristóbal regaña a la ciudad porque el Ayuntamiento quiere mucha pasta a cambio de la expropiación y el permiso de obras del solar frente a la fachada de la Gloria en la Sagrada Familia. Así se cubre de gloria este gobierno municipal. Pero Colón lo ve todo, hasta enmedio de la noche. Porque sabe que Barcelona en Comú empezó en un fuego de campamento y ahora se forran. Cristóbal Colón piensa: “–Mira éstos. Si parecían tontos, con su Guanyem Barcelona. Lo presentaron el 26 de junio del 14 en el Raval, y mira ahora: ¡Si son los amos...!” La estatua de Colón no miente: es de piedra y bronce y estos políticos son de latón. ¡Una lata de políticos! 

Colón apunta problemas, y no a América. Sabe que en América reina Donald Trump y que aquí somos progres e ignorantes. Colón ya conocía a Gerard Pisarello, porque nació en Tucumán y por allí anduvo el Conquistador. Colón se fija en Tucumán y en Pisarello, y sabe que el teniente de alcalde ignora el monumento a las víctimas del terrorismo del Hipercor. Mantiene la distancia con todo lo que huele a Arnaldo Otegi; pero le mola mucho, y le mola bien. Este Pisarello viene de las américas. Conoce a Colón, Americo Vespuccio y al estrecho de Magallanes. Pero ahora, más que estrecho, todo le viene ancho. Han aprendido a poner cara de póker y van tirando del turbante. Son partidos que nacen de una postdemocracia confusa. Y Colón lo sabe. Y Colau-Pisarello tampoco lo ignoran.

Por la noche, cuando las ratas suben y bajan por las alcantarillas de las Ramblas, la estatua de Cristóbal Colón en Barcelona duerme de pie. Ada Colau no lo sabe porque pisa poco libro; pero Pisarello conoce a Jorge Luis Borges porque es compatriota, y sabe que se puede dormir de pie. Como los bibliotecarios de la Biblioteca de Babel donde “hay dos gabinetes minúsculos. Uno permite dormir de pie; otro, satisfacer las necesidades finales”. Cristóbal Colón duerme de pie y todo lo hace de pie. Pero nadie, en Barcelona, engaña a don Cristóbal.