Pírrico, dantesco, kafkiano. Pero, vamos por partes. El pacto del gobierno municipal de Barcelona pende de un hilo. La alcaldesa, Ada Colau, ha decidido consultar a las bases. O continúa o se extingue un acuerdo —al alimón— entre los once concejales de ella, más los otros cuatro concejales de él. Quince en total. Distan, pues, de la mayoría absoluta situada en veintiuno. La alcaldesa hace auténticos equilibrios con unos resultados que derivan de una victoria pírrica.

Y es que las aguas de la política catalana bajan revueltas. Aún más, con la contienda electoral del próximo mes de diciembre a la vista. El procés ha acabado siendo el espejo (en otros casos, el diván) al que se han enfrentado la mayoría de formaciones catalanas, españolas y, quizás no sea exagerado decir, europeas.

En la plaza de Sant Jaume, los socialistas esperan el deshoje de la margarita (o de la rosa) sabiendo que un rechazo de las bases de Barcelona en Comú supondría un duro golpe. El amor, para algunos adúltero, entre ambas fuerzas políticas recuerda al de Paolo y Francesca, narrado con finezza por el escritor italiano Dante en la Divina Comedia. En la obra, el autor visita el Infierno acompañado del poeta Virgilio. A lo largo del recorrido se encuentran con los pecadores de la llanura del hielo. De entre ellos, ¿saben cuáles son los peor considerados? Los traidores.

Jaume Collboni estuvo a punto de pasar un verdadero calvario judicial tras ser imputado por el caso Mercurio (y finalmente archivada la causa). Una investigación que casi lo expulsa de la vida pública. Algo que tuvo muy en cuenta una vez se vio libre de tamaña carga. En su cabeza seguramente resuenan las palabras con las que el escritor checo Franz Kafka empezaba su obra póstuma El proceso (1925): “Alguien tenía que haber calumniado a Josef K, pues fue detenido una mañana sin haber hecho nada malo”.

En cualquier caso, lo que en su momento no pudo el proceso judicial, quizás ahora lo pueda el otro proceso: el político (o procés). Como les decía, todo ello muy kafkiano. Y dantesco. Y pírrico.