El nuevo Camp Nou ya tiene luz verde. Las obras de remodelación, como avanzó Metrópoli Abierta, comenzarán con dos años de retraso y el acuerdo entre el Ayuntamiento y el FCBarcelona se ha precipitado en una semana nefasta para la alcaldesa y la primera institución deportiva de la ciudad. Perdió Colau la batalla del tranvía y la remunicipalización del agua, y sufrió un duro varapalo el Barça en Roma, agravándose su decadencia en Europa desde que Josep Maria Bartomeu ganó las elecciones de 2015.

Colau y Bartomeu son dos gestores bajo sospecha. Dos líderes sin un modelo de éxito. Ambos se mueven en la indefinición, en los gestos, más preocupados por su imagen que por liderar la renovación de la ciudad y el club, que no hace mucho vivieron tiempos de gloria. Barcelona y el Barça han perdido encanto y prestigio. Fueron dos marcas admiradas en todo el mundo.

Por curioso que parezca, entre Colau y Bartomeu hay bastantes similitudes. Ambos, con un mensaje ambigüo y equidistante en su posicionamiento sobre la independencia de Catalunya, se preocuparon más por destrozar el legado que recibieron que por mejorar un exitoso guión. Se obsesionó la alcaldesa con poner patas arriba la ciudad (renegó del Mobile, ha cuestionado el modelo turístico vigente, etc) y el presidente del Barça contribuyó a la caza de brujas contra el laportismo. Con él como máximo responsable, el coste de la plantilla se ha disparado en la misma proporción que ha menguado su calidad.

Colau, que se autoproclamó la alcaldesa del pueblo, se ha distanciado de los ciudadanos y de muchas entidades. Bartomeu, mientras, presume de estructura, sobredimensionada e incompetente, con muchos cargos duplicados. La inversión en fichajes de los últimos años ha sido, sencillamente, demencial.

Institución pública y privada, respectivamente, el Ayuntamiento de Barcelona y el Barça viven horas bajas. Llevaban muchos meses trabajando en un acuerdo que ya estaba cerrado y del que presumieron para protegerse del chaparrón de los últimos días. Con sus sonrisas profidén, Colau y Bartomeu, tal para cual, escenificaron un pacto que llega con retraso y con muchas dudas sobre la financiación del proyecto más importante del Barça en el siglo XXI.